Conferencia Episcopal católica de Burundi anima a un diálogo inclusivo para una paz duradera

 

ACN.- Desde abril de 2015, en que el Presidente Pierre Nkurunziza manifestó su deseo de presentarse a las elecciones para un tercer mandato, el país atraviesa una grave crisis política que ha causado la muerte de centenares de burundeses y el exilio de miles de ellos. Mons. Joachim Ntahondereye, Obispo de Muyinga y Presidente de la Conferencia Episcopal católica de Burundi, concedió una entrevista a la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) en relación con la situación actual en el lugar.

ACN– ¿Cuál es el origen de la crisis político-social que está afectando al país desde abril de 2015?

Mons. Joachim Ntahondereye – Nuestro país se encuentra inmerso en una crisis política a causa de la divergente interpretación del artículo 96 de la Constitución. El Presidente considera que el artículo no le impide aspirar a un nuevo mandato, pues el artículo estipula que el Presidente sea elegido por sufragio universal; considera que, cuando fue elegido por primera vez, no lo fue por sufragio universal, sino únicamente por las dos Cámaras del Parlamento. Considera que, por tanto, está en su derecho de presentarse una tercera vez. Sin embargo, la oposición no está de acuerdo. Argumenta diciendo que, si bien el artículo 302 dispone efectivamente que «el primer Presidente de la República del periodo post-transición sea elegido por la Asamblea nacional y el Senado, reunidos en Congreso», no dice que ese mandato no cuente. Por otro lado, estima que el mandato surte efecto a partir de la fecha en que el Presidente presta juramento, por lo que no tendría derecho a un tercer mandato. Se trata, pues, de una ambigüedad en la Constitución que espero se solucione algún día.

¿Cómo es la situación actual en el país, en la vida cotidiana?

La situación ha mejorado claramente estos últimos meses; actualmente se puede circular, tanto de día como de noche, sin gran dificultad, a pesar de haber algunos puestos de control. No obstante, aquí y allá sigue habiendo aún arrestos y desapariciones arbitrarias, de las que no se habla, pero que son realidad. En cuanto a la economía del país, esta se ha visto fuertemente afectada por esta crisis; ha aumentado bastante el empobrecimiento de la población; los precios han aumentado extraordinariamente, la moneda se ha devaluado…

Bastantes burundeses han huido del país y están refugiados. ¿En qué condiciones viven?

Es difícil disponer de cifras exactas; el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) habla de 420.000 personas, pero el Gobierno rechaza esta cifra. Sin embargo, sabemos que hay dos campos de refugiados en Tanzania, uno en Ruanda y otro en Congo. A pesar de dos solicitudes presentadas por intermediación de la diócesis de Kigoma, ninguno de nosotros, los obispos de Burundi, hemos podido visitar aún los campos que se encuentran en Tanzania, por no disponer de autorización. Yo pude visitar un día el de Ruanda y vi que las condiciones en que viven los refugiados continúan siendo muy precarias. Sin embargo, me place constatar que los primeros están comenzando a volver al país, procedentes de los campos de Tanzania. Cuando salí para hacer este viaje a Europa, ya eran un millar. Otros no quieren volver todavía, pues aunque la situación haya mejorado en los últimos meses, el problema no está resuelto aún.

¿Cómo explicar entonces que la situación haya mejorado?

Hay una mejora porque ya no hay enfrentamientos entre la policía y los manifestantes como era el caso desde finales de abril de 2015 y el furor represivo que siguió a la tentativa de golpe de Estado del 13 de mayo de ese mismo año se ha calmado. Después de trasladarse al extranjero la oposición radical, se ha reducido la tensión generada por la inseguridad y las violencia; pero el problema político que lo había causado todavía no se ha solucionado.

Tres informes internacionales publicados en septiembre denuncian excesos y violencias cometidas a priori por el Gobierno estos dos últimos años. A su vez, el Gobierno rechaza estos informes. ¿Qué puede decirnos al respecto?

Habría que observar detalladamente cada uno de estos informes y ver los crímenes denunciados caso por caso para responder con precisión. Es cierto que a veces hemos oído hablar de excesos y detenciones, pero la situación actual no es la misma de 2015-2016: desde entonces ha mejorado considerablemente.

¿Es cierto que Burundi ha anunciado este 27 de octubre que se retiraría de la Corte Penal Internacional?

Sí; en efecto, el Gobierno ha dado todos los pasos oficiales en este sentido; pero se puede preguntar si esto cambiará gran cosa en la crisis que estamos sufriendo actualmente.

Ustedes, la Conferencia Episcopal católica de Burundi, enviaron el 10 de septiembre un fuerte mensaje apelando a un diálogo inclusivo; ¿qué entiende por esto?

Estoy convencido de que el bien de nuestro país requiere que todos los protagonistas de la crisis se sienten a una misma mesa para buscar juntos una solución; esto no se ha podido hacer hasta ahora, a pesar de los esfuerzos de un mediador y un árbitro facilitados por la Comunidad de países africanos orientales. Si bien se han hecho ya intentos, nunca ha tenido lugar un verdadero diálogo porque el Gobierno se niega a hablar con aquellos a los que acusa de haber participado en el intento de golpe de Estado del 13 de mayo de 2015. A pesar fe ello, la dolorosa historia de nuestro país ha demostrado que sin diálogo no es posible una paz duradera.

Teniendo en cuenta que el país es mayoritariamente cristiano y católico, ¿sería bien recibida una intervención del Papa?

Sí, por supuesto, aunque probablemente su mensaje no sería recibido del mismo modo por los dos campos. Le agradecemos sus llamadas a rezar por nuestro país, que ya ha hecho, porque nos anima mucho. Si, además, algún día visitara Burundi, sería todavía mejor; pero no sé si las condiciones actuales permiten tal acontecimiento.

¿Debe desempeñar Europa algún papel?

Sí, pero es necesario que la UE considere principalmente el bien del pueblo y encuentre algún otro medio para ejercer presión diferente a congelar la ayuda financiera, porque esto afecta en último término a la población. Los que se encuentran al mando del Gobierno siempre encontrarán algún medio de contrarrestar las cargas de dichas sanciones; al final, son los humildes los que pagan.

¿Ve alguna salida de la crisis en estos próximos meses?

Lo esperamos y confiamos en ello de todo corazón, pero no tenemos elementos concretos para apoyarnos y afirmar que habrá una salida de la crisis en un momento cercano.

¿Cuál es la situación de la Iglesia hoy en día?

Aunque tenemos entre un 80 y un 90% de cristianos, a mí me gusta recordar que el cristianismo nunca ha sido y nunca será una religión de masas; es una religión de testimonio. Por eso queremos reforzar la construcción de pequeñas comunidades vivas, cuyos miembros sean conscientes de las exigencias que la fe comporta y que efectivamente den testimonio en la vida cotidiana. Esta es la pastoral que, según creemos, salvará la fe en nuestro país.

¿Tienen vocaciones?

Tenemos bastantes vocaciones; el número de solicitudes de admisión al seminario superior aumenta de año en año. De esto resulta que tenemos que hacer frente al desafío que supone discernir la autenticidad de esas vocaciones. Este crecimiento puede deberse a otros factores distintos de la fe. Es de temer, por ejemplo, que en un contexto de crisis económica con tastas muy elevadas de paro haya quien presente esa solicitud para escapar al desempleo.

¿Cuál es la fuerza de la Iglesia de Burundi?

Su fe y su esperanza. A pesar de la crisis, están sucediendo cosas muy bellas de las que estamos siendo testigos; en nuestro país hay muy bellos testimonios de amor, de perdón, de reconciliación y también de búsqueda del bien común. Esto es lo que nos anima a trabajar por un futuro mejor. No está todo perdido; ¡nada más lejos de ello!

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ACN viene apoyando en Burundi desde hace muchos años con proyectos pastorales, entre los que se encuentran los que se dirigen a la juventud y a las familias, en particular en comunidades de base. En 2016 ACN destinó un total de 286.612 euros para apoyar proyectos en Burundi.

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