En el Congo, la Navidad es la fiesta de la esperanza, a pesar de la noche oscura

ACN.- El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas lanzaba a principios del mes pasado la voz de alerta ante la catástrofe humanitaria que puede producirse en la República Democrática del Congo. El país sufre violencia crónica que se ha intensificado en varias regiones durante el último año. La región de Kasayi, en el sur del país, ha sido una de las más afectadas por la violencia producida por los choques entre las milicias de Kamwuina Nsapu y el ejército. El Padre Apollinaire Cibaka Cikongo es profesor del Seminario Mayor de Malole que fue destruido y quemado parcialmente por las milicias rebeldes en febrero. En conversación con la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, que apoya la reconstrucción del seminario, el sacerdote congoleño cuenta cómo a pesar del sufrimiento que viven, la Navidad es un mensaje de esperanza. La entrevista fue realizada por Maria Lozano.

¿Cómo es la situación en el país? 

La situación del Congo es muy preocupante. Las condiciones de alimentación y salud son alarmantes, el acceso a servicios básicos como escolarización, agua potable o electricidad pésimos. Según un estudio encargado por la asamblea episcopal del Kasayi, el 80% de los niños del Kasayi sufren malnutrición crónica. Además sufrimos por la falta de paz en el país, no hay seguridad y se pisotean los derechos cívicos y políticos primordiales.

¿Cuáles son las causas de esta larga crisis que afecta el país?

Por una parte está el cambio climático, con la reducción de la temporada de lluvias de 9 a 6 meses, es decir una cosecha al año y no dos como antes. Por otra parte están la crisis de gobierno del país y los diferentes focos de violencia con su impacto nefasto para la economía. Kabila lleva casi 17 años en el poder y no quiere convocar elecciones, su mandato legal se terminó el 19 de diciembre de 2016. Esto ha agudizado la larga crisis política en la que está sumergido el país desde su independencia en 1960. A eso hay que añadir los intereses económicos de potencias occidentales y sus comisarios regionales que durante décadas juegan un papel nefasto en el conflicto.

Congo es actualmente el país del mundo con más refugiados, más incluso que Siria o Yemen… ¿piensa que el mundo se ha olvidado de su país?

El mundo no se ha olvidado del Congo. El mundo sabe lo que pasa aquí, pero como nuestro sufrimiento es útil a la felicidad material de otros pueblos, hay un silencio intelectual y mediático programado por parte de grandes potencias. Hay gente que rompe este silencio, como el Papa Francisco que regularmente habla y reza por el Congo. Pero, en este universo dominado por las comunicaciones de masas, su voz no es suficiente para despertar a un mundo que se enfrenta a una conspiración del silencio muy rentable económicamente para los dueños de las comunicaciones. Muchas asociaciones de la Iglesia se ocupan y hablan del Congo, pero tienen un círculo de influencia bastante limitado. Nuestro mundo actualmente está en manos de Occidente y no es fácil deshacer toda la herencia de desprecio o de indiferencia que muchos sienten hacia nosotros. Nos ven como el continente del sufrimiento y nuestros dramas no conmueven como los de los demás pueblos.

A principio de año (18 febrero) el Seminario de Cristo Rey, donde usted es profesor, fue atacado y quemado por los rebeldes. Los 77 seminaristas tuvieron que huir con lo puesto y fueron acogidos por familias donde permanecieron tres semanas hasta que pudieron ser evacuados. ¿Cómo es la situación ahora? ¿Han podido volver?

Han sido momentos bastante duros, ya que los vivimos en primera persona. Hemos experimentado el retorno de “demonios” que se pensaban muertos. Me refiero a prácticas de superstición realmente demoniacas por parte de las milicias, como rituales de fetiches con cabezas de seres humanos o de canibalismo. Ante esta nueva realidad tenemos que repensar la evangelización. Pero al mismo tiempo, aunque parezca contradictorio, han sido momentos de crecimiento personal porque me ha ayudado a experimentar en carne propia hasta dónde puede llegar el sufrimiento de mis hermanos y sentirme muy cercano a ellos. También tengo que decir que esta situación nos ha permitido sentir muy de cerca el apoyo de toda la Iglesia y de asociaciones católicas, tanto del Congo como de Occidente. Gracias a la generosidad de muchos católicos pudimos reanudar el curso el 16 de junio, después de cuatro meses de cierre. Con la ayuda de ACN, la Arquidiócesis de Colonia, Missio Aachen, del Seminario Urbaniano de Roma y de muchos particulares hemos empezado las labores de rehabilitación del seminario. Disponemos ahora de la mitad de los medios necesarios y esperamos tener más apoyo para poder ofrecer a los seminaristas las condiciones mínimas para una buena preparación al sacerdocio.

¿Y cómo van a celebrar este año las navidades los seminaristas?

Los seminaristas son de ocho diócesis, todas de la región del Kasayi. Celebraremos la vigilia del 24 con ellos y después en principio se van a sus casas, porque del 25 de diciembre al 7 de enero tendrán vacaciones. Pero por falta de medios de transporte y por la inseguridad, muchos no pueden hacerlo, así que se quedarán en familias de acogida en la ciudad de Kananga, cada uno viviendo la Navidad según la situación de la familia que le toque. Serán unas Navidades muy especiales porque Kananga es una ciudad mártir, que ha sido el epicentro de la guerra de Kamwina-Nsapu con sus barbaridades y miles de muertos.

¿Cuál es el mensaje de la Navidad en una situación tan difícil como la que se vive en el Congo?

 Para un congoleño como yo, Navidad es la fiesta de la esperanza. A pesar de la noche profunda en la que vivimos desde décadas y de sus tinieblas, Dios no es un faraón alejado y ausente. Dios es un niño entre mis manos, un niño que sufre con nosotros, primera víctima del mal que la codicia humana impone a tantos inocentes. Sufrimos, pero aguantaremos porque Dios sufre en nosotros y nadie le puede vencer.

En muchos de nuestros países la Navidad se celebra con regalos, comidas familiares y música navideña… ¿Cómo se vive en el Congo? 

El Congo es un país empobrecido y no hay medios para celebrar la Navidad como en otros sitios. Además se vive una guerra silenciosa, la más mortal desde la Segunda Guerra Mundial. En vez de campanas y petardos, nosotros tendremos bombas y disparos del ejército y la policía, de las milicias rebeldes y las extranjeras. En lugar de regalos y de reuniones familiares, muchos estarán huyendo para sobrevivir. Pero rezaremos, pidiendo al Niño Jesús  la conversión de los responsables – internos y externos – de nuestra desgracia. Es el único y mejor regalo que pedimos a Dios. Y creo que, a pesar de nuestra miseria, somos capaces de contemplar lo más importante de la Navidad: la presencia salvadora de Dios en nuestra vida y la responsabilidad que nos corresponde a cada uno para facilitarle la tarea.

ACN ha dedicado más de 3,3 millones de euros en 2016 a proyectos en la República Democrática del Congo. El pasado año la fundación ayudó a 41 seminarios en el país, beneficiando a un total de 1.229 seminaristas. En estos momentos ACN está ayudando a la reconstrucción del Seminario Mayor de Malole.

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