ACN.- Me llamo Peter Kelvin Makina. Mi historia vocacional comenzó cuando tenía 9 años. Me di cuenta de cuánto admiraba a un sacerdote italiano que era misionero comboniano que en ese momento estaba sirviendo en mi parroquia, en la parroquia de San Juan. Admiraba la forma en que celebraba la misa en lengua chichewa con su acento italiano, y admiraba su atuendo litúrgico.
A través de esta admiración comencé a servir en la misa, queriendo aprender más de ese misionero. Decidí ingresar al seminario debido a esa pasión de servir y ser siervo de Dios a través de la predicación de la Buena Nueva y llevar las almas de las personas al creador, Dios.
En mi familia no hay semilla de vocación religiosa, si Dios quiere seré el primero. Es un regalo ver que durante el trabajo pastoral podemos compartir con las personas el amor de Dios, acompañar y tratar con todos y puedo enseñarles lo que hasta ahora sé sobre la fe católica.
Pero no todo es fácil en este camino, no todos mis familiares están contentos con mi decisión de incorporarme a la formación sacerdotal. Esta presión a veces es muy fuerte y pienso en dejar el camino, pero tengo ayuda de amigos y me siento animado y apoyado cuando comparto el problema.