ACN.- Mi nombre es Kelvin Moisés Ortiz Carillo. Originario de la isla de Ometepe, Altagracia. Tenía 15 años y unos jovencitos pasaron por mi hogar, haciéndome la invitación ser monaguillo y acepté. Yo no sabía qué era ser monaguillo, pero desde ese entonces surgió mi vocación. Quien se podría imaginar: Dios buscándome hasta la puerta de mi casa. La decisión que he tomado de seguir a Cristo en la vocación sacerdotal fue difícil, porque mis padres no estaban de acuerdo. Desde el momento que decidí ir al seminario se empezaron a complicar las cosas, hasta enfermarme y ser operado. Luego mi hermano gemelo contrajo una enfermedad letal.
Salí del seminario porque no podía concentrarme y verlo morir, gracias a Dios, vivió. A pesar de todas esas dificultades, no se me había quitado el deseo de servir a Dios. Volví a seguir mi vocación, pero llegó la pandemia del coronavirus, y nos tuvieron que mandar a nuestros hogares. Otro año fuera, ya eran 3 años perdidos. Fueron años tristes, y me sentía sin fuerza, derrotado y desanimado, pero pienso que Dios me estaba probando. Es difícil ser seminarista, porque en lo personal es dejar a la familia y aceptar que ya no eres de ahí, Dios te traslada a otro hogar y te tienes que dejar moldear por Él, porque has elegido un camino de renuncia y perseverancia.
Oremos:
Por las familias de los seminaristas para que con el corazón piadoso entreguen y apoyen al hijo que decide irse a seguir las huellas del único Salvador