ACN.- La visita de san Juan Pablo II del 21 al 25 de enero de 1998 fue la primera visita de un pontífice a Cuba. El papa llegaba al único país del hemisferio occidental con un sistema socio económico y político de corte marxista.
Los cristianos en Cuba eran un grupo pequeño, que habían conservado la fe en medio de un ambiente adverso y en ocasiones marcadamente hostil. Casi cuarenta años después del triunfo de la Revolución cubana, el 1 de enero de 1959, muchas personas seguían teniendo miedo de frecuentar los templos o hacer pública profesión de fe, porque eso significaba marginación social.
Ciertamente, el papa polaco, venido del Este, entendía mejor que nadie en Occidente qué significaba vivir y crecer en un sistema de orientación marxista, y los retos que eso suponía para los fieles y para la Iglesia católica. El viaje apostólico a Cuba venía a confirmar esa fe probada de los cristianos cubanos.
Un cuarto siglo después, el padre Ariel Suarez, secretario de la conferencia de obispos cubana, valora los frutos de aquel evento histórico: “La visita de san Juan Pablo II permitió que tantos se reencontraran con sus raíces cristianas, redescubrieran la existencia de la Iglesia, que no se había ido de Cuba y que era parte del pueblo, con una vocación de servicio”.
“El papa venía a tratar de fortalecer el andar misionero de la Iglesia en Cuba, que se sentía llamada por Jesucristo a evangelizar y servir a todos desde su identidad y misión propias”, dice el joven sacerdote en una conversación con la fundación Aid to the Church in Need (ACN).
Entre los frutos más simbólicos de la visita fue el hecho de que a partir de ella se retomara el día 25 de diciembre como día festivo y no laborable en la isla y la coronación de la Virgen de la Caridad del Cobre como reina y patrona de Cuba. Todo eso permanece como un recuerdo imborrable en el corazón de la Iglesia católica en Cuba. Pero el encuentro del pueblo cubano con san Juan Pablo II supuso mucho más, fue una bocanada de aire fresco para una Iglesia condenada a vivir su fe de puertas adentro, entre las paredes de sus templos, muchos en estado ruinoso.
Para el padre Ariel, los discursos de Juan Pablo II, pero también sus gestos y “su testimonio de hombre probado por el dolor y la enfermedad” supusieron un antes y un después para los católicos de Cuba.
“A partir de aquellos días memorables, se le dio un nuevo impulso a la catequesis, el catecumenado de adultos, la acción social de Cáritas. Se consolidaron las publicaciones y bibliotecas diocesanas, se fueron haciendo habituales las procesiones en los pueblos y ciudades, sobre todo, en torno a las fiestas patronales. Se fue consolidando el trabajo de la pastoral familiar y la pastoral carcelaria. Se fue profundizando en el camino de las relaciones ecuménicas”, explica el sacerdote a ACN.
El mundo ha cambiado pero la situación del país del Caribe sigue siendo preocupante. Cuba sufre un momento de honda crisis económica, social y humana. Como en otros países, la pandemia y la inflación han aumentado la pobreza y la emigración de jóvenes es una hemorragia constante para el país. Los medios de comunicación reportaron cifras récord de cubanos emigrados —legal e ilegalmente— en 2022 a los Estados Unidos.
En medio de todas estas zozobras, la Iglesia no es ajena a la situación de incertidumbre y vulnerabilidad del resto del pueblo. También a ella le faltan los medios y recursos tanto económicos como humanos para realizar su labor pastoral.
Por su parte, el papa Francisco ha enviado un mensaje a los fieles cubanos en el marco de este aniversario, anunciando la participación del cardenal Beniamino Stella, que era nuncio apostólico en Cuba durante la histórica visita de Juan Pablo II. Según las informaciones disponibles, el cardenal Stella visitará del 24 de enero al 9 de febrero todas las diócesis de Cuba.
Francisco, que define el viaje apostólico en 1998 a Cuba como “un momento de gracia y bendición para todos”, recuerda en su carta unas palabras de san Juan Pablo II que, cinco lustros después, siguen siendo de actualidad para los fieles cubanos: «¡Afronten con fortaleza y templanza, con justicia y prudencia los grandes desafíos del momento presente; vuelvan a las raíces cubanas y cristianas, hagan cuanto esté en sus manos para construir un futuro cada vez más digno y más libre! No olviden que la responsabilidad forma parte de la libertad. Más aún, la persona se define principalmente por su responsabilidad hacia los demás y ante la historia» (Mensaje a los jóvenes cubanos, 23 de enero de 1998).
El padre Ariel piensa que el aniversario de los 25 años es una ocasión “para hacer memoria agradecida de aquel instante de gracia”. Asimismo, pide oraciones para que las celebraciones sean “ocasión providencial para, teniendo en cuenta con realismo la situación concreta actual, renovar la confianza de que el Señor sigue acompañando a su pueblo y cuenta con nosotros para revitalizar la esperanza, anunciar la Buena Noticia de la Salvación y construir entre todos un futuro de armonía, sosiego, alegría y paz donde los cubanos y cubanas sin exclusiones, podamos sentirnos implicados en la edificación de un futuro mejor.”