ACN.- Con una larga experiencia de persecución a sus espaldas, los cristianos de Bajdida (Qaraqosh) saben que los malos tiempos pueden volver, pero también creen que “una Iglesia que no es perseguida es una Iglesia que no lleva consigo a Cristo”.
Es un hermoso día en Bajdida y las familias acuden a la iglesia de San Behnam y su hermana Sara. El interior de la iglesia está impoluto y los bancos están repletos de gente que ha venido a celebrar la liturgia sirio-católica.
Dada la calma circundante, resulta difícil imaginar que hace sólo ocho años Bajdida – o Qaraqosh, como se conoce en árabe- estaba totalmente ocupada por los terroristas del ISIS, que destruyeron el antiguo e inestimable patrimonio cristiano y quemaron y destruyeron la iglesia.
“La primera vez que visité la ciudad, cuatro días después de su liberación, en 2016, me encontré con una devastación absoluta, la iglesia quemada y el campanario derribado. Sentí una profunda tristeza, pues esta parroquia era muy activa antes del ISIS. Sin embargo, la iglesia sigue en pie, pues pudimos restaurarla”, nos dice el P. George Jahola, natural de Bajdida, mientras señala algunos de los signos de destrucción aún visibles como el campanario derribado.
En los últimos años, la iglesia ha sido restaurada. Recientemente se completó el interior, y ahora, con la ayuda económica de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), por fin han empezado también las obras en el exterior.
No obstante, los habitantes de Qaraqosh no han esperado a que terminaran las obras para rezar en esta iglesia al regresar del exilio en el Kurdistán. “La comunidad estaba feliz de poder volver a rezar en esta parroquia y nosotros queríamos fortalecer y alentar esta fe, pues la Iglesia es más que sus edificios, es las almas de las personas que viven en la parroquia. Tras dos años, decidimos que había llegado el momento de restaurar la iglesia para infundir esperanzas en la gente”, explica el P. George.
Un símbolo y un testimonio
La esperanza es necesaria, incluso ahora, después de la liberación de la ciudad, cuando muchos siguen tentados de buscar tierras más seguras en Occidente. “La restauración de esta iglesia es un símbolo de resistencia, de voluntad de permanecer en esta tierra y de dar testimonio. El papa Francisco nos visitó hace poco más de un año y nos pidió que diéramos testimonio en esta tierra”, recuerda el sacerdote.
El párroco de la iglesia, P. Boutros Sheeto, confirma que la restauración de la iglesia se ha convertido en un signo visible de la lucha por mantener viva la fe cristiana en Irak. “La restauración de la iglesia infunde fuerza psicológica y moral a la comunidad. Sin esta reconstrucción, muchas familias estarían pensando en emigrar”.
El hecho de que muchos cristianos hayan decidido quedarse no significa que no teman que vuelvan a ser perseguidos; más bien, muchos lo ven como parte de su fe. “Desde sus inicios hasta hoy, la Iglesia ha sido perseguida. Una Iglesia que no es perseguida es una Iglesia que no lleva consigo a Cristo, porque Jesús fue crucificado y sufrió durante su vida y su misión. Si Jesús sufrió, murió, fue sepultado y resucitó, nosotros tenemos que sufrir con Jesús y sufrir con la Iglesia para poder vivir la Resurrección y ser testigos del Evangelio de la alegría y la esperanza en el mundo”, añade el P. Boutros.
Reconstruir vidas
No obstante, este hermoso día – en que los antiguos himnos sirios han vuelto a oírse en la bellamente restaurada iglesia de San Benham y su hermana Sara y voluntarios reparten comida y bebidas entre los feligreses que han venido a reunirse – es un día de celebración y gratitud a Dios y a los que han hecho posible la restauración.
“Agradecemos a ACN por sus esfuerzos por reconstruir la iglesia, se lo agradecemos de todo corazón a la fundación y a todos sus benefactores”, asegura Semoon Beto Shabo, sacristán de la iglesia.
ACN ha sido muy activa en la ayuda a la restauración del patrimonio y las infraestructuras cristianas en Irak, especialmente a raíz de la terrible persecución por el ISIS, que obligó a cientos de miles de personas a huir al Kurdistán. Después de centrarse en la reconstrucción de viviendas en ciudades y pueblos cristianos, la fundación pontificia ha contribuido a la restauración y construcción de escuelas, iglesias y otras instituciones cruciales para ayudar a mantener la presencia cristiana en la región.