En menos de una semana, tres sacerdotes han muerto por circunstancias violentas

ACN.- (Guillermo Gazanini/ Unidad de Investigación del CCM) En cuestión de días, México viven una de las peores crisis de seguridad de su historia moderna. No sólo se está desapareciendo y matando a sus jóvenes, las dimensiones de esta barbarie alcanzan a todos los niveles de la sociedad y la Iglesia ha tenido su “abril negro”. Tres sacerdotes han muerto en circunstancias violentas levantando la indignación y preocupación de obispos a lo largo y ancho del país al verse tocados por esta lacerante situación.

El miércoles 18 de abril, Rubén Alcántara Díaz, de la diócesis de Izcalli sufrió un ataque mortal. Las causas del homicidio aun no están determinadas y la indignación se apoderó de fieles de esa iglesia diocesana quienes no alcanzaron en entender por qué la agresión del presbítero vicario judicial.

El viernes 21 de abril, Juan Miguel Contreras García, joven de 33 años de la Arquidiócesis de Guadalajara, dejó de existir cuando sus agresores ingresaron a la parroquia donde servía para ser ultimado a balazos sin que haya resultados definitivos de las pesquisas a pesar de las exigencias y demandas del Arzobispo de Guadalajara por saber la verdad y tener justicia en este dramático caso que consternó a la Iglesia católica de México.

Todavía en el duelo por estos dos casos, los fieles vuelven a ser agobiados por las infaustas noticias. Este miércoles 25 de abril, el padre José Moisés Fabila Reyes de 83 años de edad. Las primeras noticias sobre este caso revelan que el anciano presbítero, capellán de Coro de la Basílica de Guadalupe, el mayor santuario mariano de México, gozaba de unos días de descanso en la vecina ciudad de Cuernavaca cuando fue secuestrado el 3 de abril, semana de pascua. Los familiares habrían entrado en negociaciones con los delincuentes acordando la cantidad de 2 millones de pesos, 90 mil euros aproximadamente, para devolver a la seguridad de su casa a la víctima del plagio. Sin embargo, las condiciones de salud del sacerdote eran buenas. De acuerdo a las primeras informaciones, la resistencia del hombre cedió antes de que se consumara el acuerdo de negociación. El rescate fue pagado, pero Fabila Reyes ya había fallecido.

Morelos es un foco rojo de violencia y crimen en medio de la disputa política en plena efervescencia. En marzo, organizaciones de la sociedad civil dedicadas a los temas de seguridad y prevención del delito revelaron que la entidad está entre el cuarto y sexto lugar a nivel nacional en la comisión de homicidos, violaciones, robos y secuestros, este último elevándose un dos por ciento respecto del año pasado. En contraposición, el decadente gobierno estatal afirma que el Estado es un paraíso y el secuestro decrece.

A finales de marzo, un nuevo conflicto puso en tensión las relaciones entre la Iglesia de Cuernavaca y el gobierno estatal cuando Mons. Ramón Castro Castro denunció que los índices de delitos de alto impacto repuntaban en el Estado. La reacción no tardó en llegar, el secretario general de gobierno, Miguel Ángel Colín López, recriminó al Obispo esgrimiendo el presunto abatimiento de los ilícitos, el secuestro incluido. El 28 de marzo, el secretario de gobierno dijo a medios: “Nosotros lo decimos y lo publicamos a través de las cifras del Consejo Nacional de Seguridad Pública, más bien habría que preguntarle al Obispo que elementos tiene para informar a la población que ese delito no ha disminuido; a partir del 2012 a la fecha este delito de alto impacto se ha reducido en un 73% y el delito de extorsión en un 80%”.

A pesar de la histriónica defensa, los hechos dicen lo contrario. Otra publicación de cifras duras, apenas del 23 de abril, reveló que en el primer trimestre de 2018, Cuernavaca ocupó el primer lugar con 165 secuestros; en Cuautla ocupó el segundo con 60; luego Jiutepec con 57; Xochitepec con 48 secuestros y en quinto sitio, Temixco con 47 plagios. Ese delito es de las industrias rentables del crimen organizado en el Estado donde operan grupos muy violentos y sanguinarios, enemigos a muerte.

Hoy la Iglesia no se recobra de los golpes asestados la semana anterior al conocer la noticia de la muerte del capellán de coro. En lo que va del 2018, cinco sacerdotes han perdido la vida; en el 2017, de acuerdo al Centro Católico Multimedial, fueron cuatro los asesinados. Este año de coyuntura electoral y de prodigas promesas para devolver la paz se ha convertido en el peor para el sacerdocio en lo que va del sexenio 2012-2018.

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