ACN.- «La Navidad es la fiesta de la nostalgia por nuestro mejor yo, por el cielo al que buscamos en vano aquí en la tierra, por la falta de preocupaciones que solo existe en el cielo». Esto escribió el padre Werenfried van Straaten (1913-2003), fundador de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).
Esta «nostalgia» se aprecia particularmente en los países en que los cristianos sufren necesidad y persecuciones. En los proyectos que lleva a cabo en 149 países del mundo, ACN se encuentra con testimonios de sufrimientos, pero también con un gran optimismo que viene de la fuerza que da la fe.
Tres personas procedentes de países donde ACN realiza proyectos, relatan cómo celebran las Navidades también en circunstancias adversas y qué esperanzas despierta en ellos el mensaje del nacimiento de Cristo.
Ucrania: «la gente ya no sabe lo que son las fiestas»
Navidades en guerra en Europa: la contienda en el este de Ucrania dura ya cinco años. Nuevas escaladas, como el actual tira y afloja entre Ucrania y Rusia por la hegemonía en el Mar de Azov, despiertan el interés público. No así los atormentadores meses de la guerra entre dichos acontecimientos.
«Pero aquí cada día muere gente. He visto morir a tantas personas», dice Volodymyr Zavadsky en una conversación con la Fundació ACN. Volodymyr tiene 42 años y trabaja desde 2016 como voluntario del «servicio cristiano de rescate» en la ciudad portuaria de Mariúpol, en el sureste del país. Pasó un año como ayudante civil, viviendo con los soldados directamente en el frente. Desde entonces, lleva el rosario a la vista sobre la ropa militar de protección: «la oración es lo que me sostiene». En estos momentos está organizando con un equipo de sacerdotes y voluntarios suministros de ayuda a las áreas donde se combate. Se ocupa también de llevar a cabo actividades y catequesis para niños, visita a ancianos y enfermos, y atiende espiritualmente a soldados y a la población civil. Su mayor orgullo es un centro para 65 niños que ha creado su organización para sustituir a las escuelas que están cerradas. «La infancia de nuestros chicos se sumerge en el ruido de las granadas. Muchas veces tienen que ocultarse en sótanos. Muchos se han olvidado de llorar, pero sus almas lo siguen haciendo», asegura Volodymyr.
Por todo ello, la Navidad en Ucrania del Este es una fiesta sin la alegría habitual de esta época. «La gente ya no sabe lo que son las fiestas y el miedo está omnipresente». A pesar de todo, Volodymyr y sus ayudantes organizan una celebración de Navidad para niños y personas que se encuentran solas, cerca de la ciudad de Donetsk. «Comenzamos con la Santa Misa; luego hay una representación del Portal de Belén para los niños… y por supuesto no puede faltar la cena todos juntos», dice. En momentos así se puede olvidar la guerra por un rato. «La gente tiene su esperanza puesta solo en Dios». Una esperanza que da fuerzas a este joven voluntario para su misión en la zona en guerra. «Espero que nuestros esfuerzos den algún día frutos de caridad y de paz».
Nigeria: «una porción extra de arroz es mi alegría en la Navidad»
Para Suzanna John (50), víctima del terror del Boko Haram, «La Navidad es un tiempo de alegría»; algo increíble teniendo en cuenta lo que ha vivido esta mujer. A pesar de que al norte de Nigeria se ha conseguido que los combatientes del grupo terrorista islamista Boko Haram se replegaran, las consecuencias siguen siendo visibles como en el caso de Suzanna. En 2015, Boko Haram saqueó su pueblo. Mataron a su marido delante de ella, y más tarde también a dos de sus hijos cuando intentaron huir. Desde 2009, más de 20.000 personas han perdido la vida por el terror y más de 1,8 millones han tenido que abandonar sus hogares. Entre ellas, Suzanna y sus otros tres hijos que sobrevivieron.
«Estuvimos dos semanas vagando, hasta que llegamos a Maiduguri», relata. Les acogieron en la catedral de St. Patrick y desde entonces son atendidos por la diócesis. «La iglesia nos proporcionó un alojamiento y un poco de capital inicial para poder vender carbón en la calle. Así al menos puedo ganar un poco de dinero para mantener a mi familia». Pero como no es suficiente para vivir, tanto ella como sus hijos reciben paquetes con alimentos. Parte de los fondos necesarios provienen de ACN.
Durante estos días, los planes de Suzanna giran en torno a una modesta cena de Navidad: «si me queda un poco de dinero compraré una porción extra de arroz. Esa será nuestra cena de fiesta». Y si no es posible, tampoco pasa nada: «siempre nos arreglamos con lo que tenemos. En Navidad, lo importante es el contenido espiritual».
Suzanna y su familia acudirá a las Misas de Navidad, «como hacemos todos los domingos». «La Navidad es la fiesta de la paz, y esa paz la necesita más que nunca la gente que vive en el noreste de Nigeria». Sus plegarias durante la Santa Misa se dirigen a la supervivencia de su familia, pues en el país sigue reinando una gran falta de seguridad. «Mi mayor esperanza es que algún día podamos volver a nuestro pueblo», afirma Suzanna.
Siria: por Navidades, un aire de normalidad
Jorlette Jose Krer solo tiene 12 años, pero ya ha vivido muchas cosas más que la mayoría de los adultos: la muerte de su padre, la emigración y más de seis años de vivencias de guerra. Jorlette nació en Venezuela, cuando su padre falleció con tan solo 49 años, su madre, carente de recursos decidió en 2012 a regresar a su ciudad de origen, Alepo en Siria. Pero allí la guerra estaba en plena efervescencia.»Nunca podía salir sin acompañamiento a la calle o a reunirme con las amigas. Se escuchaban constantemente los disparos y los ataques con granadas», dice Jorlette.
A finales de 2016 terminó la encarnizada lucha por Alepo. Ahora, Jorlette disfruta de ese aire de normalidad, sobre todo en Navidades: «iré con mi madre y mi hermana mayor a primera hora a la Santa Misa. Por la tarde me reuniré con mis amigas en una cafetería del centro de la ciudad para tomar un chocolate caliente. He ahorrado ya dinero para hacerlo».
Los regalos al pie del árbol de Navidad serán, también este año, modestos; pero eso no es tan importante para Jorlette: «recibimos ayuda de la Iglesia, por lo que estoy muy agradecida». La Iglesia, en el caso de Jorlette, son sor Annie Demerjian y sus ayudantes. ACN colabora estrechamente con la religiosa desde hace muchos años. Atiende a cientos de familias en Alepo: subvenciones para el alquiler, alimentos, medicamentos y ayuda para el suministro eléctrico, ya que todavía son muchas las familias que en Alepo siguen estando sin luz, la infraestructura está prácticamente destruida y los generadores de electricidad son caros.
Luz a la oscuridad es lo que llevaron a comienzos del Adviento los niños de Alepo y de otras ciudades de Siria: más de 50.000 chicos encendieron velas, rezaron por la paz y expresaron sus sueños para el futuro. Incluso el Papa Francisco se unió a esa acción iniciada por ACN, Jorlette participó también con su escuela. La muchacha tiene una clara idea sobre su futuro: «quiero ser científica y trabajar en un laboratorio. Quiero descubrir el mundo» … un mundo en el que ojalá reine la paz.