ACN.– Soy Roberto Rodríguez, provengo de una familia católica no practicante, por lo tanto, no fui educado en la fe desde pequeño. Cuando tenía 11 años me invitaron a ir a la catequesis en una pequeña capilla que está bajo la protección de Nuestra Señora de la Caridad. Comencé a ir junto con todos los muchachos de mi barrio y después de un tiempo, el único que se quedó fui yo.
En mi etapa de preuniversitario recuerdo que fui invitado varias veces a algunos encuentros vocacionales, los cuales me parecían aburridos y monótonos, pero Dios se vale de todo y con el tiempo he podido ver que aprovechó de alguna manera estos encuentros para ir abriendo en mí, la puerta a la vocación sacerdotal.
Pudiera decir que a los veinte años di el primer paso serio con respecto a la vocación y fue aceptar la propuesta de un sacerdote amigo de irme a vivir a la parroquia donde él estaba, con vista de entrar al año siguiente al seminario.
Esta experiencia no resultó y regresé a mi casa. No fue hasta después de cuatro años que volví a valorar la posibilidad e ingresar en el seminario, esto se dio con el paso del ícono y la cruz de la
Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) por la arquidiócesis de Camagüey, era el momento del sí. Fue entonces cuando tomé la decisión más importante de todas; entregar mi vida por completo a Dios.
Oremos: Por los fi eles de las comunidades en extrema necesidad, para que sean una luz en el camino hacia la esperanza en Dios.