Anclados al pasado, arrastrando los pies

ACN.- Lamento reconocer que nos hemos acostumbrado a circunscribir los acontecimientos que vamos a celebrar en esta Semana Grande de la fe al pasado. Nos limitamos a recordar sucesos milenarios, pero no se nos ocurre subrayar la actualidad de la pasión, del calvario, sobre todo de la resurrección. Que Cristo hoy sigue llevando su cruz, que es condenado, flagelado, que existen cireneos, que sigue ultrajado, clavado, abandonado, … sobre todo que sigue vivo entre nosotros.

Por ello, les invito a vivir esta semana Santa, los misterios de la Pasión y Resurrección, en clave de actualidad, sobre todo de corresponsabilidad. Sentirnos cómplices y no meros espectadores. Claro que eso supone pasar de un “acto de piedad” a una “experiencia de incomodidad”.

 Si seguimos arrastrando los pies, llegaremos siempre tarde al encuentro con Cristo, al encuentro con la realidad del hombre, al calvario, al sepulcro vacío, a Galilea, … resguardados sí, en nuestra espiritualidad acolchada, pero carente de Dios, que siempre va más adelante.

 Es una invitación a vivir el Via Crucis en primera persona. Sentir el peso de la condena, de la traición, de la negación, de la exclusión… Cómo el Dios-con-nosotros, el Enmanuel, es quitado del medio de una manera brutal. “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale! Escuchar sorprendidos cómo ese grito brota de mi propia boca, y cómo lo sigue profiriendo nuestra sociedad “del descarte”.

En ACN queremos seguir viviendo el sufrimiento de Cristo hoy, en una Iglesia y un mundo sufriente y necesitado. Para también pasar del hombre viejo al hombre nuevo, “indultado”, resucitado.

Hagamos vivo aquel icono que representa a Cristo inclinado hacia un viejo, en actitud de levantarlo. No es difícil captar el simbolismo de esta figura. El viejo Adán, o sea, el hombre. La humanidad entera. Y Cristo que se inclina sobre la humanidad muerta para restituirle la vida. Dios todavía está inclinado sobre este fango para comunicarle su “soplo”. Como el primer día de la creación, pero esta vez será la vida “para siempre”.

 “La gloria de Dios es la vida del hombre”, pero no un hombre anclado en el viernes santo, encerrado en el sepulcro, (la muerte ha sido vencida) sino un hombre que camina ligero, siguiendo las huellas de Cristo, hacia la “galilea de los gentiles”, donde siempre nos lleva la delantera.

P. Ángel L. Lorente Gutiérrez
Asesor espiritual de ACN-México

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