ACN.- Día 12. Historias de Cuaresma: José Hernández recuerda la noche del huracán como si hubiera sido ayer. Aquella fatídica noche comenzó a las 11:40 p.m., cuando el viento comenzó a rugir a una velocidad de 300 km/h. El sonido aterrador del viento golpeando las ventanas lo llenaba de temor. Mientras el caos se desataba afuera, José pensaba en los residentes de la parte alta de la ciudad, cuyas frágiles casas de lámina y madera estaban en peligro inminente.
Aquella noche dejó una marca imborrable en su memoria, recordándole la fuerza imponente de la naturaleza y la necesidad de confiar en la divinidad en momentos de desesperación.
Al amanecer, la comunidad se unió en solidaridad. La iglesia se convirtió en un refugio para los afectados, donde vecinos y turistas encontraron alivio y apoyo. La ayuda llegaba de todas partes, con donaciones de ropa, comida y medicinas provenientes de México y más allá. Durante dos meses y medio, la parroquia se convirtió en un faro de esperanza, alimentando a cerca de mil personas cada día.
José, entre lágrimas de gratitud, recordaba cómo logró sobrevivir escondiéndose dentro de un armario, atándose con un cinturón durante casi diez horas. Al emerger, descubrió que su habitación había sido arrasada por la furia del huracán, pero su espíritu seguía intacto gracias a la solidaridad y el apoyo de su comunidad.
La historia de José Hernández es un testimonio conmovedor de cómo la fuerza de la naturaleza puede desatar el caos, pero también puede inspirar la compasión y la solidaridad humanas en momentos de necesidad.
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