ACN.- Desde hace tres años, Líbano viene atravesando la peor crisis de su historia. La economía se ha hundido, la inflación alcanza cuotas vertiginosas, el suministro público de electricidad funciona como mucho una o dos horas al día, y, como consecuencia, muchos están pensando en abandonar el país. Según las Naciones Unidas, tres cuartas partes de la población viven actualmente en la pobreza.
La necesidad es especialmente grande en las zonas rurales. Allí, 18 religiosas de la congregación de las Hermanas Misioneras del Santísimo Sacramento atienden a la población de 24 aldeas pobres y remotas, donde visitan a ancianos y enfermos, preparan a los niños para la Primera Comunión, ayudan a familias necesitadas y enseñan en la escuela dominical. Además, cuatro veces al año organizan también los llamados “campamentos bíblicos”, unos eventos de varias jornadas donde niños y jóvenes tienen la oportunidad de conocer mejor la fe y las Sagradas Escrituras.
“En estos tiempos extremadamente difíciles y marcados por retos descomunales, intentamos dar testimonio en la zona rural. Con nuestro servicio fiel y eficaz a la Iglesia en esta parte del mundo podemos inspirar a otros a vivir su vida de fe en plenitud, a pesar de las grandes dificultades. Así transmitimos la fe a las generaciones venideras”, afirma la superiora Maguy Adabashy.
Pero el apostolado de las Hermanas también cuesta dinero: así, tienen que pagar la gasolina de sus desplazamientos a los pueblos, el mantenimiento del coche y también el material catequético que distribuyen. En ocasiones, también necesitan pagar el alojamiento cuando se quedan más tiempo en un pueblo. Dado que ellas mismas son pobres, nos piden ayuda.
“Con su ayuda podemos hacer mucho más para servir a los que sufren y a los pobres del Líbano”, asegura la Madre Maguy. Nosotros les hemos prometido a ella y a las demás religiosas apoyarlas. ¿A quién le gustaría ayudarlas?
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