Los gobiernos pueden beneficiarse de la experiencia de las iglesias locales para prestar una ayuda más eficaz

ACN.- La Embajada de los Estados Unidos en Roma y la Santa Sede copatrocinaron recientemente un simposio con ponencias del secretario de Estado estadounidense, Michael R. Pompeo, el secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, arzobispo Paul Gallagher, así como el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, sobre cómo pueden los Gobiernos asociarse con las llamadas “organizaciones basadas en la fe” para defender mejor la libertad religiosa. ¿Qué motivó este simposio?

 Mark von Riedemann: El simposio quería recordar los 35 años de cooperación positiva entre el Gobierno de Estados Unidos y la Santa Sede,  en él se rememoró la gran labor de San Juan Pablo II y Ronald Reagan y los esfuerzos de ambos para lograr el fin del comunismo en la antigua Unión Soviética.

La idea central era hablar de nuevas iniciativas tomadas por el Gobierno estadounidense para trabajar directamente sobre el terreno con las llamadas Organizaciones Basadas en la Fe (OBF). Como la Embajadora Gingrinch subrayó en su discurso de apertura, los Gobiernos por sí solos no pueden hacer gran cosa. Señaló por ejemplo que incluso para los Estados Unidos, que es uno de los principales proveedores de ayuda humanitaria en el mundo, la prestación eficaz de ese apoyo requiere alianzas con organizaciones que trabajan sobre el terreno. Las organizaciones católicas y otras OBF pueden hacer llegar la ayuda de una manera más eficaz en lugares donde los Gobiernos no tienen ni la experiencia ni los canales necesarios para hacerlo.

Hubo otro aspecto interesante. Fue cuando el representante de la Unión Europea ante la Santa Sede, el embajador Jan Tombinski, anunció ante la amplia representación diplomática, el lanzamiento de una iniciativa de la UE denominada «Intercambio mundial sobre religión en la sociedad», destinada a apoyar proyectos para reducir la ignorancia y el “analfabetismo” religioso en la UE y en el resto del mundo. El objetivo de esta iniciativa es reconocer la importancia de la fe en la vida cotidiana. Se trata de una primicia absoluta para Europa, que hasta la fecha se enorgullecía de ser «ciega a la religión».

El Cardenal Parolin elogió las nuevas iniciativas. En su ponencia advirtió, sin embargo, sobre la tentación de las naciones donantes de imponer ciertos valores o cosmovisiones culturales como condiciones previas a la concesión de ayuda a las naciones receptoras.

 En efecto, pidió firmemente que los Gobiernos eviten, al patrocinar las OBF, lo que el Papa Francisco ha llamado una “colonización ideológica o cultural”, consistente en “imponer una visión del mundo o un conjunto de valores diferentes a las sociedades más pobres, a menudo haciendo de la adopción de esos valores un requisito previo para recibir ayuda humanitaria o de desarrollo”.  Ayuda a la Iglesia Necesitada nunca se ha visto afectada por esto puesto que dependemos únicamente del apoyo de benefactores privados,  Pero me alegró que lo mencionara, ya que, a través de nuestros socios de proyectos, nos han llegado en repetidas ocasiones testimonios de este tipo de abusos. Es un abuso hacer que la ayuda alimentaria dependa de la aceptación de programas que promueven la anticoncepción y el aborto. Y esto está bien documentado.

Este simposio marca una serie de acciones  para llamar la atención respecto a la libertad religiosa y a la a persecución cristiana en los últimos meses. ¿Qué tendencia se observan?

Hay una creciente conciencia de que la libertad religiosa es un derecho fundamental, que dos tercios de la población mundial residen en países con restricciones a la libertad religiosa y que los cristianos representan el mayor grupo  que sufre persecución religiosa. Esta conferencia se alinea con otras iniciativas como el “Llamamiento Mundial para la Protección de la Libertad Religiosa” del 23 de septiembre de 2019, que fue el primer acto de la ONU sobre la libertad religiosa, auspiciado por un presidente de los Estados Unidos, o también la resolución de la ONU del 28 de mayo de 2019, que estableció el 22 de agosto como “Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas de Actos de Violencia basados en la Religión o las Creencias”.

En los últimos dos años, se ha sucedido una oleada de iniciativas, incluidas la creación de una Secretaría de Estado para la Persecución Cristiana en Hungría, la Alianza Internacional para la Libertad Religiosa iniciada por los Estados Unidos y, quizás lo más importante, el creciente número de naciones que instituyen o reactivan a embajadores para la Libertad Religiosa y las Creencias en países como Dinamarca, Holanda, Estados Unidos, Noruega, Finlandia, Alemania y el Reino Unido, entre otros.

El año 2019 marca el 20° aniversario del Informe sobre Libertad Religiosa de ACN. ¿Ha sido ACN una voz profética en el desierto llamando a la libertad religiosa y al fin de la persecución cristiana?

 El informe ha sido, en efecto, profético. En 1999, la libertad religiosa no era un tema importante para la mayoría de los Gobiernos, pero ACN ya recibía de parte de nuestros socios de proyectos  cada vez más testimonios de persecución cristiana. Por ejemplo, las tensiones religiosas en Nigeria se desarrollaron justo ese año con la imposición de la sharía en una docena de estados de mayoría musulmana lo que tuvo como resultado una significativa violencia sectaria que aún hoy continúa. Desde entonces, hemos sido testigos de dramáticos acontecimientos en Oriente Próximo, África y Asia, y el consiguiente sufrimiento de incontables millones de personas ha exigido una mayor atención y respuesta. Un avance crucial fue en 2016, cuando la Unión Europea y Estados Unidos aprobaron resoluciones que calificaban de genocidio las atrocidades del ISIS contra los cristianos de Siria e Irak. ¿Es la persecución cristiana en estos países una sorpresa? No, pero ha ido aumentando a lo largo de los siglos, desde las raíces de la intolerancia, desembocando en discriminación y persecución.

Finalmente, el mundo  está tomando conciencia del genocidio de los cristianos en Irak y Siria. Un síntoma triste de ese genocidio es la disminución de la presencia cristiana en Oriente Próximo: en 1910, los cristianos representaban  el 13,6% de la población, mientras que en 2010 esa cifra había descendido al 4,2%. El llamamiento del Gobierno de EE.UU. para una nueva asociación entre el gobierno y las OBF es una señal más de que los países occidentales se están dando cuenta de estas realidades, e iniciativas como estas son pasos importantes en la dirección correcta.

 

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