ACN, Josué Villalón.- El desabastecimiento general que sufre Venezuela llega incluso a una enorme falta de acceso a combustibles como la gasolina, a pesar de ser un país de los mayores productores de petróleo del mundo. En algunos estados venezolanos hay colas de varios días para repostar en las gasolineras. A esto se suma también la falta de neumáticos o cualquier tipo de recambios, que hace totalmente inutilizable los vehículos si no se consiguen los medios para arreglarlos.
Actualmente, por increíble que parezca, esta consecuencia está poniendo también en peligro la misión pastoral y asistencial de la Iglesia de Venezuela. A esto se suma la deficiencia en las infraestructuras, cualquier recorrido, ya sea por tierra, a través de las conexiones fluviales en la zona amazónica o incluso el transporte público, suponen un enorme reto que afrontar para que el Evangelio siga llegando a las comunidades más alejadas.
Sacerdote de la diócesis de La Guaira, ayudado por ACN
José Alberto Rodríguez es un sacerdote que atiende la Parroquia de la Santísima Trinidad, en la Diócesis de Acarigua-Araure, en el centro de Venezuela. Hasta hace poco esta era una enorme zona ganadera y agrícola, situada en el Llano venezolano, donde se producían la mayor parte de los alimentos básicos para todo el país. El campo sigue disponiendo de un enorme potencial natural, pero las familias de agricultores se ven limitadas en su labor por la falta de recursos. El freno económico ha puesto en peligro los puestos de trabajo y las cosechas. El padre Rodríguez conoce bien esta realidad y lamenta la injusticia de que una zona tan rica en recursos agrícolas se vea diezmada.
“Caracas todavía se mantiene en cierta seguridad y cuidado porque es la sede del gobierno. Pero en nuestra diócesis la situación del agua, la electricidad, los alimentos o el transporte es aún peor. Las comunicaciones son casi imposibles”. Además de ayudar en el templo parroquial de la ciudad, este sacerdote entusiasta y comprometido atiende a numerosas poblaciones de los alrededores. “Se trata de diez ‘caseríos’, pequeños pueblos rurales en mitad del campo. Algunos se encuentran a una hora de viaje en coche”, explica.
Sin el ‘carro’ no podría hacer nada. Especialmente es una ayuda para ir a atender a los enfermos, impartir los sacramentos o llevar a cabo la catequesis entre los niños de estos caseríos. Además, en los últimos años estoy coordinando la ayuda a un comedor en esta zona, donde se da de comer a unos 50 niños, ellos son como de mi familia.”
Para llegar a estas pequeñas comunidades tiene que pasar incluso por caminos muy difíciles. “He viajado siempre con un Fiat 1, que tenía más de 25 años, y con el que he hecho 550.000 kilómetros – más de 13 veces la vuelta al mundo –”. Después de muchos años, el coche se ha roto y el padre Rodríguez solicitó ayuda a su obispo Mons. Juan Carlos Bravo, quien también reconoce la enorme necesidad que atraviesan: “Solo sobrevivimos por la providencia Divina. La experiencia de fe del pueblo es la que le confirma que Dios le acompaña. De ahí surgen nuestras fuerzas para seguir trabajando y buscando cómo sobrevivir”.
Ayuda a la Iglesia Necesitada ha respondido a la petición de socorro de Mons. Bravo y ha provisto de un nuevo coche al padre Rodríguez para poder continuar con su misión y que el Evangelio siga siendo fuente de esperanza, especialmente allí donde otros no llegan.
Actualmente el sueldo medio, que ya es todo un logro en muchos casos tener un trabajo en Venezuela, es de apenas unos 5 dólares, con lo que actualmente tan solo se puede comprar un kilo de harina, un kilo de arroz y unos huevos. Sacar adelante a toda una familia, solo pensando en la comida, supone un costo de unos 300 dólares, algo imposible de conseguir. “La gente depende casi totalmente de la ayuda que les llega de familiares que viven fuera o que han conseguido salir del país y encontrar un futuro”, afirma Mons. Bravo, “por tanto, imaginad el enorme apoyo que es contar con Ayuda a la Iglesia Necesitada, entre otros. Gracias a ellos conseguimos sostenernos, pero es más, también sostenemos a otros con los comedores sociales, y seguimos anunciando el Amor de Dios”.