ACN.- Madagascar es, después de Indonesia, la segunda nación insular más grande del mundo y está situada frente a la costa sur de África, en el Océano Índico. Allí, la Iglesia Católica todavía es una iglesia misionera. En torno a la mitad de la población profesa las religiones tradicionales africanas, mientras que los católicos siguen representando a una minoría de en torno a un 18%.
Sin embargo, en la parroquia de San José en Betatao, el número de católicos está aumentando considerablemente. En la actualidad, más de un tercio de los habitantes son ya católicos, y hace dos años hubo incluso una ordenación sacerdotal. La parroquia está situada a 135 kilómetros al noreste de la capital de Tananarive (antes Antananarivo), y este año celebra el aniversario de oro de su fundación. Abarca un territorio de más de 5.000 kilómetros cuadrados y está formada por cuarenta comunidades. Los Jesuitas estuvieron a cargo de la parroquia hasta 1981, mientras que hoy la atienden tres sacerdotes diocesanos.
El P. Daniel Richard Rafenomanana y sus dos compañeros están muy ocupados: tienen que visitar periódicamente las numerosas filiales para administrar los sacramentos a los fieles, anunciar la fe y apoyar a los necesitados, para lo que cuentan con la ayuda de las religiosas de la congregación de las Pequeñas Hijas del Sagrado Corazón de Jesús. Además, la Iglesia Católica también dirige allí varias escuelas y es muy activa en el trabajo con los jóvenes.
Pero ahora tienen un problema: los sacerdotes viven en una vieja casa construida a la manera tradicional y cada vez más dañada por los fuertes vientos y la lluvia. Además, es demasiado pequeña para las necesidades de la parroquia, porque también necesitan espacio para la oficina y el almacén, así como un garaje y habitaciones para invitados para cuando, por ejemplo, el Obispo visita la parroquia o los seminaristas realizan allí sus prácticas pastorales. También sería ventajoso contar con un salón donde los sacerdotes pudieran sentarse juntos en comunión fraternal o donde poder conversar con los invitados.
Los creyentes dan lo que pueden, pero la parroquia no está en condiciones de financiar la construcción de una casa parroquial con sus propios recursos. Por ello, ACN apoya.
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