ACN.- El P. Henryk Sawarski es misionero en la isla de Madagascar desde hace más de 40 años. En 2015, año en que el Papa Francisco proclamó el Año Santo Extraordinario de la Misericordia, el sacerdote de origen polaco fue nombrado capellán de la cárcel de Port-Bergé.
Nunca antes había estado en una prisión, pero comprendió lo vital que resulta en este entorno no solo proclamar la misericordia de Dios, sino hacerla tangible. Empezó con obras de misericordia “corporales” muy concretas: se ocupó de mejorar las condiciones higiénicas y de que desaparecieran las ratas y las cucarachas, llevó comida y ropa a los prisioneros y los ayudó a recibir atención médica.
Al principio solo “predicaba” a través de estos actos de caridad, ayudando así a los presos a recuperar un poco su dignidad. Sin embargo, muy pronto los reclusos, entre los que había pocos católicos, empezaron a abordarlo con sus necesidades espirituales. Le pedían sus oraciones o una bendición, querían celebrar la Misa o hablar de sus vidas confusas y cargadas de culpa, confesar su culpa y reconciliarse con Dios y con la gente, para, una vez recuperada la libertad, poder comenzar una nueva vida.
El P. Henryk, que ha presenciado allí muchas conversiones, experimenta una y otra vez que “Dios escribe derecho con renglones torcidos”, como él dice. Como devoto especial de la Divina Misericordia, el P. Henryk ha hecho de este mensaje su tarea vital.
Al llegar el P. Henryk, en la prisión no había un espacio adecuado para la Misa y la labor pastoral con los presos. Gracias a la ayuda de nuestros benefactores, se pudo habilitar una capilla y una pequeña biblioteca: una valiosa inversión para encaminar a los presos hacia una nueva vida. A todos los que han contribuido a ello, ¡mil gracias!
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