ACN.- La ciudad de Jos en el norte de Nigeria ha padecido largos años de crisis interreligiosas causadas por el grupo terrorista Boko Haram, y justo cuando parecía que la ciudad iba a resurgir como un fénix de las cenizas, los incesantes ataques de los pastores fulani, que se han registrado también en muchos otros estados del país, hacen que esto sea imposible.
A finales de septiembre, un ataque nocturno de los pastores en Rukuba Road en Jos desencadenó una nueva ola de violencia. Dos días antes, el ejército y pastores fulani acudieron a esa zona afirmando que buscaban el cadáver de un niño fulani desaparecido. Este último ataque de los pastores nómadas ha sido la causa de que muchas personas hayan quedado indefensas, huérfanas o viudas. Una de ellas es Blessing Kogi, una estudiante universitaria de 23 años de edad. En una entrevista con la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), explica cómo perdió a su madre, a tres hermanos y a otros seis familiares en el ataque nocturno de los pastores fulani.
“En la tarde noche del 27 de septiembre, alrededor de las siete, estábamos todos cenando en casa: mi abuela, mi madre, tres de mis hermanos, mi cuñada, mi sobrino y tres de mis primos. Estábamos comiendo cuando unos desconocidos armados irrumpieron en la casa y abrieron fuego. Yo me tiré al suelo y me hice la muerta, pero, no obstante, uno de ellos se me acercó y me disparó dos veces, en el cuello y en el hombro. Esos hombres, que hablaban hausa y fulani entre ellos, prosiguieron su matanza en la vecindad. En total, 15 personas murieron en mi barrio: diez en mi casa, tres en otra y otras dos en otro lado. También hirieron a cinco personas, entre ellas, a tres niños en otra casa y a dos de nosotros”.
Solo Blessing y una de sus primas sobrevivieron al ataque, aunque heridas. Su padre todavía estaba en el trabajo cuando tuvo lugar el desgraciado incidente. Al igual que muchas otras víctimas, Blessing está rota y traumatizada. Dice: “Siento que ya no me queda nada en la vida. Mi padre no come y ni siquiera puede hablar. No sabemos qué hacer ni cómo volver a empezar. Esta situación ha afectado bastante a mi fe como cristiana. Después de que todo esto ocurriera, dije muchas cosas sin saber realmente lo que decía, me parecía que Cristo había dejado de existir. Sin embargo, luego me di cuenta de que Dios está vivo y que Él lo sabe todo, por lo que lo dejo todo en Sus manos. Ahora encuentro fuerzas al rezar y cantar alabanzas a Dios”.
Oración para vencer tanto mal
Blessing lanza un apasionado pedido a los cristianos de todo el mundo: “Realmente necesito que los cristianos del mundo entero nos ayuden en la oración, porque aquí lo estamos pasando mal. Recen por nosotros para que seamos más fuertes en Cristo, y así él hará que nuestro corazón pueda soportar esta pérdida”.
Los pastores fulani, también conocidos como milicia fulani, pertenecen a la etnia nómada de pastores, que viven en el norte y en los estados centrales de Nigeria, estos últimos conocidos como Middle Belt. La mayoría de los fulani son musulmanes, y durante años han vivido enfrentados con las tribus indígenas locales, principalmente agricultores cristianos, a causa de las tierras de pastoreo.
En relación con los ataques de los pastores fulani en muchos lugares del país y, concretamente, en su Archidiócesis de Jos, Mons. Ignatius Kaigama comentó: “una vez más, en Jos se han perdido vidas inocentes, se han destruido propiedades, se han re-infectado heridas que estaban cicatrizando, se ha ocasionado traumas psicológicos y se han reavivado las desconfianzas interétnicas e interreligiosas”. Y ha añadido: “La gente no ha podido proseguir este año con sus actividades agrícolas debido al miedo a los constantes ataques. Ciertamente necesitan ayuda para obtener comida, medicación y ropa, y más aún, para poder regresar a sus casas e iniciar la reconstrucción sin ser atacados por los mercaderes del mal”, ha añadido.
El Arzobispo, que se ha convertido en el rostro del diálogo interreligioso en Nigeria, ha advertido: “No nos rendiremos en nuestra lucha por la convivencia pacífica y la conducta civilizada. Cada uno debe hacer su papel: Los líderes religiosos deben predicar sinceramente la paz. Políticos: ¡Dejen de operar negativamente entre bastidores! Agentes de seguridad: ¡Sean justos, imparciales y neutrales en sus operaciones! Líderes gubernamentales: ¡Ocúpense de los ciudadanos que son víctimas de ataques por parte de terroristas y criminales! Jóvenes: ¡No sean irracionales y no permitan que los utilicen! Terroristas y criminales: ¡Dejen de herir a la humanidad! La vida es sagrada, ¡respétenla!”.