ACN.- Los sirios en general, pero especialmente los que viven en Alepo, son más indiferentes a su salud personal y a la seguridad de los demás que en los países europeos. “Muchos de ellos dicen que han sufrido durante nueve años y han sobrevivido a la guerra y al hambre. Algunas personas son más precavidas y usan esterilizadores, mascarillas quirúrgicas, antisépticos y guantes de seguridad para la prevención, pero la mayoría no teme la propagación del Coronavirus. Han sufrido ya tanto…” – explica el sacerdote católico armenio Antoine Tahhan a la fundación internacional ACN.
El 19 de marzo, el gobierno sirio emitió la orden de cerrar todas las tiendas por temor a la propagación del virus Corona e impuso un toque de queda en todo el país, desde las 6 p.m. hasta las 6 a.m. Pocos días más tarde, el 22 de marzo, los obispos católicos de Alepo decidieron también cerrar las iglesias para proteger a los creyentes y evitar que la pandemia se propague. Desde entonces, el padre Antoine va y viene todas las mañanas a la iglesia católica armenia de la Santa Cruz en Alepo para celebrar la santa misa, luego vuelve a su casa para cumplir el confinamiento.
Pero es poco lo que se puede hacer en un país después una guerra que ha dejado el sistema de salud muy deteriorado. “Siria ha perdido muchos hospitales y centros de salud, destruidos por los terroristas, como el Hospital Al-Kindi y el Hospital oftálmico. Muchos aparatos e instrumentos médicos fueron saqueados. Muchos doctores emigraron porque los terroristas los secuestraron o amenazaron con matarlos. Por lo tanto, el sistema de salud se encuentra en un estado frágil y aquí radica el temor de que el virus se propague entre la gente, especialmente entre los soldados árabes sirios”, afirma padre Antoine.
“No creo que los respiradores en hospitales, especialmente en unidades de cuidados intensivos, sean suficientes para combatir el virus. También necesitaríamos una gran cantidad de mascarillas quirúrgicas, esterilizadores y otras herramientas. Sin embargo, necesitamos concienciar más a la población sobre la salud, hasta ahora hay muchas personas que caminan por los parques, se dan la mano o se saludan sin tomar en cuenta las medidas recomendadas por la salud pública.”
Alepo fue liberado el 24 de diciembre de 2016. Las pocas familias acomodadas restauraron sus hogares. Pero la mayoría de las familias cristianas son de recursos escasos y viven gracias a la asistencia de la iglesia local, apoyada por organizaciones como ACN, que ha creado programas de ayuda de emergencia para alquiler, comida y asistencia médica de muchas familias en Alepo y en otros lugares de Siria. Sin estas ayudas, los cristianos no podrían regresar a sus hogares y preservar la presencia cristiana en el Medio Oriente.
La migración por la guerra ha hecho estragos, como cuenta el sacerdote: “El número de familias cristianas, de todas las denominaciones cristianas, que vivían en Alepo antes de la guerra era de 30.000, hoy el número ha disminuido hasta llegar a 10.000. Además, sufrimos un envejecimiento enorme, el número de personas mayores ha aumentado a dos tercios de la sociedad, no solo en Alepo, sino en toda Siria. La falta de fuerza laboral joven se agrava debido al servicio militar.”
Siria está sufriendo una crisis económica terrible desde hace más de un año. “Cuando la ciudad de Alepo fue liberada, había optimismo y durante 3 años muchos pusieron sus esperanzas en el trabajo, pero la situación económica en general va de mal en peor. Muchos están desempleados y los salarios no son suficientes para mantener a una familia de cuatro miembros. Las sanciones económicas están haciendo sufrir mucho a la población y la mala situación económica en el Líbano afectó a la economía siria, el dólar se ha disparado y con ello el costo de vida. También se suspendieron las ayudas que entraban a Siria a través del Líbano.”
Desde la liberación de Alepo, 75 familias armenio-católicas han regresado, pero desplazadas de otras áreas del país, no de Europa. “Para alentar a las familias a regresar a Siria, necesitamos levantar las sanciones económicas – como ha pedido el Papa en su discurso de Pascua – y ayudar a los jóvenes a encontrar trabajos. También necesitamos seguridad, asistencia médica y abolir la reserva militar, para que los jóvenes puedan trabajar, construir su futuro y crear una familia” concluye padre Antoine.
El coronavirus es una preocupación más entre tantas otras, pero la epidemia mundial lleva a los sirios sobre todo a temer las consecuencias económicas que, por una parte, podrían agravar todavía más el calvario de los sirios y, por otra, provocar una disminución de las ayudas y programas de emergencia, ahora más necesarias que nunca para sobrevivir.