ACN.- “¡Dios mío!” – exclama la directora del hospital, la hermana Nicolas Akiki, es la primera vez que entra en algunas de las plantas del hospital destruido por la explosión del 4 de agosto en Beirut. Se lleva la mano al corazón y lucha contra las lágrimas mientras guarda silencio. Su rostro revela el dolor que le produce ver la obra de muchos años de sacrificios y esfuerzos destruida en siete segundos.
También el convento, donde viven nueve religiosas en la novena planta del edificio, sufrió daños, una pared cayó encima de una de sus hermanas y le hirió un brazo. “Ninguna de ellas murió. Fue un milagro porque las ventanas y los cristales saltaron por los aires, también algunos techos de las habitaciones de las hermanas se desplomaron. Por eso, a pesar de mi tristeza, estoy agradecida porque Dios y la Virgen del Rosario nos han protegido”, explica sor Nicolas mientras señala, casi acaricia, el cuadro de la Virgen que representa esa invocación y está en el pasillo del convento. Otra de las hermanas, sor Arlette, cuenta que cuando estaba en el baño para coger una medicina escuchó una voz que decía “sal, sal” y eso le hizo dar un paso atrás antes de que todo el espejo y el techo del baño se vinieran abajo.
El hospital está situado en el barrio Gemmayzé de Beirut, a menos de 500 metros del puerto y antes de la explosión contaba con 200 camas, así como importantes y modernísimos equipos de investigación y quirófanos, distribuidos en 18 pisos, nueve bajo tierra y nueve en la superficie. Sin duda, el motor oculto, el corazón de este hospital son las religiosas. “El hospital no es un fin en sí mismo, es un medio para ayudar con nuestro esfuerzo y entrega a los pacientes a superar las etapas más difíciles de sus vidas donde prevalecen el dolor, la incertidumbre y la angustia”, explica la hermana Nicolas que es la directora del mismo. Todas combinan su labor profesional en los distintos departamentos del hospital con su labor pastoral de atención humanan y espiritual de los pacientes y el personal.
“Sin ellas el hospital sería otra cosa, son el baluarte de nuestro trabajo”, dice Maron Rabash que trabaja desde hace 28 años en el hospital. “Este hospital, con su carácter cristiano, es muy necesario en Beirut. Muchos pacientes eligen venir aquí porque saben que se les va a tratar atendiendo sus valores éticos”, explica el anestesista todavía vestido con su bata verde.
El hospital de las Hermanas del Rosario, ubicado en el noroeste de Beirut en una zona densamente poblada, atendía a muchas familias afectadas por la crisis económica, “a veces no pueden pagar, así queles digo que paguen la mitad, que a veces tampoco es posible, así que les digo que pagen lo que puedan o en partes” explica sor Nicolas. “El hospital era la perla de Beirut y nuestra capilla es la perla del hospital. Allí acudía el personal – 80 médicos y 92 enfermeras – los pacientes y los familiares que deseaban recargar fuerzas, buscar consuelo y recuperar esperanzas.”
En estos momentos, sólo dos plantas del hospital siguen funcionando, han logrado reparar uno de los ascensores para que puedan llevar a los pacientes hasta la sala de operaciones y los test del COVID. Sor Clotilde, directora del personal de enfermería, nos cuenta que muchas de las enfermeras están traumatizadas, algunas resultaron heridas y Jacqueline, una enfermera de 60 años, falleció en la explosión. A la entrada del hospital está su retrato, ante el que arde una vela que le acompaña en las oraciones.
Las hermanas están acostumbradas a momentos difíciles. Demasiado presente tienen la experiencia durante la última guerra civil. “Debido a nuestra ubicación entre zonas de diferentes religiones, nuestro hospital fue el refugio de todos los pacientes sin discriminación alguna. Las hermanas dieron todo su tiempo y el cariño para la curación para todos los pacientes, incluso en los momentos más difíciles cuando no había pan o comida disponible durante un período de meses”.
Las hermanas están recogiendo donativos de instituciones y gobiernos para volver a reconstruir el hospital.ACN ha prometido ayuda para reparar el convento de las hermanas. Sor Nicolas envía un mensaje a los benefactores de ACN: “Sé que Dios está con nosotros, lo veo en las manos de tantos que no nos van a dejar solos, con su ayuda podremos seguir nuestra labor y volver a empezar. Tenemos que resurgir de las ruinas. La Virgen del Santo Rosario nos guía en nuestra labor.”