En una década, Burkina Faso se ha convertido en un epicentro de violencia terrorista. Más del 40% del territorio está fuera del control del gobierno. Allí, la Iglesia Católica es una de las instituciones que proporciona consuelo material y espiritual. Dos sacerdotes burkineses, que viven en una de las diócesis más atacadas por los extremistas en estos últimos años, comparten su terrible experiencia y dan testimonio de primera mano con ACN.
“La situación es dramática”, afirman el ecónomo de la diócesis de Nouna, el P. Bertin Namboho, y el párroco de la aldea de Tansila, en la frontera con Malí, el P. Jean-Pierre Keita, en una reciente conferencia de prensa de la fundación internacional Aid to the Church in Need (ACN).
“Vivimos en un terror constante, y todos conocemos a personas que han sido secuestradas o asesinadas. Los terroristas de Burkina Faso son tan peligrosos como lo era Boko Haram en Nigeria. Cuando te levantas por la mañana, no sabes si todavía seguirás vivo por la noche”, cuenta el padre Bertin. El ecónomo ya ha sido retenido tres veces en el camino por terroristas, y uno de sus tíos fue asesinado el año pasado.
A finales de 2022, cuando el padre Jean-Pierre fue nombrado párroco en Tansila, una parroquia que se ha visto muy afectada, la gente le dijo que se estaba poniendo en peligro al ir allí. De hecho, los terroristas cortaron la electricidad el 14 de febrero de 2023. “Pero mi mayor preocupación en ese momento no era el peligro que corría, sino cómo iba a poder llevar a cabo adecuadamente mi misión pastoral”, dice.
El sacerdote fue secuestrado menos de un mes después del asesinato de su hermano pequeño a finales de mayo de 2023: “Cuando me llevaron al bosque, registraron mi maletín y descubrieron objetos de mi labor sacerdotal, como un alba, una estola y los vasos sagrados. No mentí sobre mi condición de sacerdote. A pesar de la amenaza, les di una explicación del significado de cada uno de estos objetos. Aun así, me dejaron en libertad a las pocas horas”.
Solo en la zona dependiente de la parroquia del padre Jean-Pierre, se han producido ocho atentados terroristas en los últimos cinco meses. En la propia Tansila, el 15 de abril de 2024, un numeroso grupo de terroristas ordenó a la población que abandonara la ciudad a las 19 horas. La gente de Tansila no tuvo tiempo de llevarse sus pertenencias y éstas fueron saqueadas, incluyendo el presbiterio, la iglesia, el altar, el tabernáculo y todos los símbolos religiosos. Incluso el equipo y los activos financieros de la parroquia, así como locales, fueron saqueados. “Hubo un suceso cuyas imágenes no sé cuándo desaparecerán de mi mente: los yihadistas irrumpieron en el hospital y les quitaron los goteros a los pacientes, entre ellos, a un bebé al que yo iba a bautizar pronto. Le quitaron el gotero y murió. Cuando como pastor de almas vives una situación como ésta, te sangra el corazón”, ha explicado el párroco.
Dos días después del ataque, el ejército aseguró el lugar y pidió a la población que regresara. “Cuando vi todos los daños y la iglesia saqueada, rompí a llorar”, recuerda el padre Jean-Pierre. “Comprendí el dolor del pueblo de Israel ante la destrucción del Templo. Uno tiene la impresión de haber perdido su identidad religiosa, incluso su dignidad. Y nos hacemos la pregunta: ¿dónde está nuestro Dios?”.
Desde ese ataque, los soldados han permanecido en Tansila para proteger a los habitantes que han regresado, pero eso no ha impedido que los terroristas atacaran otras aldeas de la parroquia del padre Jean-Pierre. “Ser párroco de una parroquia que ha sufrido un ataque tan horrible es muy duro. Cuando hablo con esos fieles me hago el fuerte para infundirles ánimos y consuelo, pero confieso que, cuando estoy solo, se me saltan las lágrimas. Es una situación muy difícil”. Mucho antes del ataque del 15 de abril de 2024, en Nochebuena de 2023, seis de las aldeas de su parroquia fueron atacadas y desalojadas por la fuerza: “Fue una Navidad muy oscura. Los terroristas actuaron como siempre: dan un ultimátum de unas horas para irse, saquean todo y lo que no necesitan lo queman para matar a la gente de hambre”.
El padre Bertin contó así mismo durante la conferencia, que Nouna estuvo bloqueada por los extremistas entre 2022 y 2024, sin electricidad, sin más medios de suministro que los permitidos por los convoyes militares. Al ser el ecónomo, el P. Bertín tenía que salir periódicamente de la ciudad de Nouna para hacer gestiones en el banco de Dédougou. Fue durante estos viajes que fue detenido por los extremistas en varias ocasiones: “Estar frente a cinco o seis terroristas armados da miedo. Me hacían muchas preguntas y me preguntaban a qué me dedicaba. No sabía que harían si descubrían que era sacerdote, pero yo no podía mentir”.
El sacerdote relató cómo el 25 de diciembre también fue atacada la ciudad de Nouna y tres parroquias de la zona fueron saqueadas. Ha explicado: “Toda la población civil es víctima de los ataques terroristas. Pero ante los repetidos actos vandálicos contra iglesias y casas parroquiales, y la prohibición de tocar la campana para la misa, uno se pregunta las motivaciones que hay detrás de estas acciones”. En los alrededores de Nouna, las escuelas llevan cerradas más de dos años, y el padre Jean-Pierre se muestra pesimista respecto al comienzo del curso escolar de este año en Tansila: “Después de la destrucción de las escuelas, parece que va a ser muy difícil organizar el nuevo año escolar con normalidad”. El padre Bertin explica que incluso en las pocas escuelas que están abiertas, muchos niños no pueden pagar las tasas escolares debido a la pobreza y el hambre causadas por el terrorismo.
A pesar de vislumbrar un futuro sombrío porque según los sacerdotes, el número de terroristas no disminuye, los burkineses siguen muy unidos a Dios y las vocaciones florecen: “Aunque sea peligroso reunirse para rezar, la gente sigue deseando reunirse y vivir su fe. Tenemos dos nuevos sacerdotes ordenados en julio en la diócesis”, ha declarado el padre Bertin; y el padre Jean-Pierre coincide con él: “Tenemos esperanza, pues en medio de los atentados la gente preserva su fe. Creemos en un futuro mejor, en un mundo en paz. Creemos en el Príncipe de la Paz”.
Y añade: “Damos las gracias a todas las personas que se dejan conmover por esta situación dramática que estamos viviendo y que están ayudando en todo lo que pueden. Gracias a ACN porque nos apoyan no solo materialmente, sino también en la oración. Es muy importante saber que no estamos solos. Hacemos un llamamiento a todas las personas de buena voluntad, que trabajan por la paz, para que no sean cómplices del aumento del terrorismo en Burkina Faso: ¡Todos somos hermanos en esta tierra! Todos los días rezamos por las víctimas, por la conversión de nuestros propios corazones y por la conversión de nuestros agresores”.