
Cuatro Religiosas Misioneras de la Caridad, dos ruandesas, (la hermana Marguerite y la hermana Reginette), una india (la hermana Anselm) y la cuarta de Kenia (la hermana Judith), fueron masacradas el 4 de marzo de 2016 por un comando de hombres armados que atacaron su convento en la ciudad yemení de Aden, donde atendían a personas ancianas y discapacitados. Además de las religiosas, también fueron asesinados durante el ataque terrorista, el conductor y al menos otros dos colaboradores de la comunidad, mientras que la superiora del convento escapó a la muerte. Entre las víctimas también hubo ancianos y discapacitados. El sacerdote indio salesiano Tom Uzhunnalil, que residía en el convento de las hermanas, después de que la Iglesia donde vivía fuese saqueada y dada a las llamas por unos hombres armados no identificados, fue secuestrado.
El Papa Francisco ha definido la masacre de Aden como un “acto de violencia insensata y diabólica”, y en un mensaje lanzado a través del Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, ha rezado para que el sacrificio de las religiosas y de sus amigos y colaboradores “despierte las consciencias y guíe hacia un cambio de los corazones e inspire a todas las partes a dejar las armas y tomar el camino del diálogo”.
El anciano sacerdote, P. Jacques Hamel, de 84 años, fue asesinado en la mañana del 27 de julio mientras celebraba misa en la iglesia de Saint Etienne du Rouvray, en Normandía (Francia). Dos hombres entraron en la iglesia durante la celebración, asesinando al sacerdote y dejando heridos a tres fieles, uno de gravedad. Entre los rehenes también tomaron a dos religiosas, mientras que la tercera logró escapar y dar la alarma. La policía detuvo a los dos asesinos que murieron durante la maniobra.
El padre Jacques era un hombre bueno, de paz, pero “ha sido asesinado como si fuera un criminal”, dijo el Papa Francisco el 14 de septiembre de 2016, indicando un motivo preciso de reflexión: “En medio al momento difícil que vivía, en medio también a esta tragedia que él veía venir, un hombre manso, un hombre bueno, un hombre que hacía fraternidad, no ha perdido la lucidez de acusar y decir claramente el nombre del asesino, y lo ha dicho claramente: ‘¡Vete, Satanás!’ Ha dado la vida por nosotros, ha dado la vida por no renegar de Jesús. Ha dado la vida en el mismo sacrificio de Jesús sobre el altar… que él desde el Cielo, porque debemos rezarle ¿eh?: ¡es un mártir! Y los mártires son beatos – debemos rezarle, para que nos dé mansedumbre, fraternidad, paz, también la valentía de decir la verdad: matar en nombre de Dios es satánico”.
Hermana Isabel Solà i Matas, de 51 años, originaria de Barcelona (España), misionera en Haití desde hace muchos años, fue asesinada la mañana del 2 de septiembre de 2016, mientras conducía su coche por una calle del centro de la capital, Port au Prince. Fue alcanzada por dos balas durante un posible intento de robo, ya que desaparecieron sus objetos personales.