El agua bendita sobre las tanquetas disipa una represión en Venezuela

ACN.- (Euro Lobo. Salesiano Cooperador) En el estado Mérida, Venezuela, los ciudadanos enfrentaron a los uniformados y a los civiles armados del régimen. El 19 de julio, comisiones de la policía Nacional Bolivariana, la Guardia Nacional y los grupos armados, enfrentaron a los vecinos de la urbanización El Molino, de la ciudad de Ejido, dando muerte al joven Rafael Balza Vergara, quien sucumbió al recibir un disparo en su pecho.

Ese viernes, en medio del fragor del paro nacional convocado para protestar contra el régimen de Maduro, los familiares y vecinos de Balza Vergara, dispusieron todo para los actos funerarios, los mismos que se efectuarían en las calles de la ciudad de Ejido y cuya ceremonia litúrgica sería presidida por el sacerdote Carlos Zambrano, párroco de La Matriz, principal iglesia de la ciudad de Ejido, acompañado de los sacerdotes párrocos de las parroquias vecinas, los padres Abdon, Gabriel, Javier y José Gregorio.

Cuando el cortejo fúnebre, encabezado por los sacerdotes y los familiares del joven, avanzaba por la Avenida Centenario de Ejido, los órganos represivos del estado se hicieron presentes con vehículos blindados para el control del orden público, disparando bombas lacrimógenas, y perdigones contra los asistentes, quienes se replegaron para resguardar el féretro y sus vidas, mientras los sacerdotes se apostaron para hacer frente a los uniformados, quienes a pesar de verles ataviados con sus ornamentos litúrgicos, siguieron disparando gases a los ministros de Dios.

Los vecinos narraron, como los gases caían a los pies de los sacerdotes y el humo subía sin ni siquiera afectar a los presbíteros. Carlos Zambrano, seguido de sus hermanos en el presbiterado, no se inmutó y siguió marchando hacia las comisiones de la guardia nacional, hasta llegar tan cerca que pudo abordar el carro de comando, para mediar con los uniformados y lograr detener la represión contra los fieles.

Los vecinos dijeron que, Zambrano echó agua bendita dentro del vehículo de los represores, logrando de inmediato una especie de paz que para los fieles fue milagrosa.

Los cinco sacerdotes siguieron en lo suyo, encabezaron el cortejo y celebraron la eucaristía para despedir al joven caído, los uniformados se retiraron ante la perplejidad de los fieles, que alabaron al Señor y oraron por la paz en la mancillada Venezuela.

Estos sacerdotes que enfrentaron la tanqueta,  logaron el milagro de la paz, aunque sea por algunos minutos, en las convulsionadas calles que vieron caer a Balza Vergara, luchando por una democracia extinta en el país caribeño.

 

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