ACN.- En las últimas semanas, la ciudad mexicana fronteriza con Guatemala de Tapachula se ha convertido en el escenario de un drama para miles de migrantes que llegan allí en su camino hacia los Estados Unidos. Los emigrantes, en los últimos meses sobre todo haitianos, huyen de la pobreza, de la violencia y de la crisis política de sus países.
Mons. Jaime Calderón Calderón, obispo de Tapachula, diócesis situada en la Costa Sur del estado de Chiapas, señaló a ACN que desde el año 2018, su diócesis ha sido testigo de la llegada de los migrantes, considerada por estos como “un punto de reunión para conseguir un documento de tránsito seguro por México” hacia Estados Unidos.
Según las declaraciones del obispo “hasta ahora las fronteras habían estado abiertas y el trato era respetuoso por parte del gobierno federal.” Lamentablemente, debido a la larga e interminable espera de los emigrantes en su diócesis y la crisis suscitada por la pandemia de la COVID-19, afirma Mons. Calderón, los migrantes “terminaron por gastar todo lo que traían e iniciaron un calvario angustioso de hambre, hacinamiento, drogas, problemas de salud y desesperación en general” y están siendo víctimas de una “cacería humana”.
Uno de los motivos que han agravado la situación es la llegada masiva de migrantes haitianos, que no llegan solo de su país de origen sino de otros países de América Latina a los que habían emigrado previamente. Por ejemplo en Chile, Brasil y Colombia, donde la situación migratoria y laboral se ha recrudecido mucho en los últimos meses por la pandemia.
Debido a la pésima situación en Tapachula, entre finales de agosto e inicios de septiembre de este año, algunos de los migrantes comenzaron a avanzar en caravanas hacia el interior del país. En el comunicado se denuncian varios operativos de la Guardia Nacional que el obispo describe como “una verdadera cacería humana, asustando, emboscando y desarticulando las caravanas, mediante el uso desmedido de la fuerza. Con una gran violencia, indiscriminada e innecesaria han atropellado e intimidado a los hermanos migrantes, de forma especial a las mujeres y a los niños”.
El prelado mexicano denuncia así mismo la violencia con que las fuerzas del orden ingresaron en el atrio de la parroquia de la localidad vecina de Mapastepec para sacar a unos 56 migrantes que se habían refugiado dentro.
Mons. Calderón declara en su comunicado que la diócesis de Tapachula es consciente de que “detrás de estas caravanas hay una infinidad de intereses, instituciones y organizaciones no gubernamentales que han hecho de los migrantes una industria para beneficio personal”. Pero insiste en que “nunca estaremos de acuerdo con el uso desmedido de la fuerza, con la violencia y los atropellos que se usan para intimidar y detener a los hermanos migrantes”.
Así mismo indicó que la diócesis se ha movilizado para ofrecer ayuda en las parroquias para paliar la situación crítica que están viviendo en Tapachula a diario – “el pan de cada día” –debido a la aglomeración de migrantes, el hacinamiento, el desempleo, el hambre, la drogadicción, los problemas de salud y el estrés colectivo. Con estos programas de ayuda, la Iglesia quiere “aligerar el peso de la cruz de estos hermanos nuestros golpeados por la pobreza, la violencia y el desamparo”. Ante la magnitud de la necesidad la diócesis se siente abrumada, pero Mons. Calderón pide ánimos y oraciones para “que no decaiga el ánimo en este esfuerzo y podamos ofrecer a los hermanos un rayo de luz en este tramo oscuro de la historia”.
Tapachula fue solo el comienzo de una terrible situación que se extendió a otras zonas del país. En la frontera con USA se han dado imágenes durísimas de miles de haitianos rechazados y repatriados. Algunos regresaron a México, y están siendo acogidos sobre todo en diócesis de Monterrey. Durante una visita a la CASA INDI (Institución Normativa de los Indigentes),, donde se alojan más de 1500 refugiados procedentes de Haití, el arzobispo de Monterrey y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano expresó: “Quiero en nombre de esta Iglesia de Monterrey darles la bienvenida aquí con nosotros, […] queremos que en medio de los problemas que tienen en este caminar hacia el norte, pueda ser para ustedes un lugar de oasis”.
Según la Organización de las Naciones Unidas unos 11,5 millones de haitianos, alrededor de cuatro millones padecen inseguridad alimentaria. Haití, considerada la nación más pobre de América Latina, ha soportado una acumulación de desastres naturales, de crisis sanitarias, económicas y estructurales. Estas fueron agravadas por el asesinato del presidente Jovenel Moïse, perpetrado en julio de este año, que sumió al país en una inestabilidad política y por el terremoto, ocurrido el pasado mes de agosto que causó grandes daños en tres regiones de la isla.
La fundación ACN tiene actualmente más de treinta proyectos para apoyar la labor de la Iglesia en Haití. Entre otros acaba de aprobar ayuda de emergencia para la distribución de carpas, alimentos, agua potable y medicinas, así como ayudas para las obras de reparación más urgentes de diez casas parroquiales de la diócesis de Jérémie para asegurar la coordinación de la labor social y pastoral de las parroquias tras el terremoto del 14 de agosto de 2021 en la diócesis.