En la llanura de Nínive en Iraq, una niña se atreve a soñar

ACN.- Helda Khalid Jacob Hindi, una niña de diez años de edad que cursa quinto grado, no se queda corta en palabras cuando habla apasionadamente de su vida, su futuro y sus seres queridos. Helda y su familia –la madre, el padre y un hermano menor– han retornado recientemente a Qaraqosh, en la llanura de Nínive, tras tres años de exilio en el Kurdistán. Helda guarda un vivo recuerdo de la noche del 6 de agosto de 2014, cuando el Estado Islámico atacó su localidad y las familias cristianas se vieron obligadas a huir de noche.

Dice: “Las alarmas sonaban en nuestras calles y tuvimos que escapar de un auténtico infierno de violencia y terrorismo. Yo me fui llorando, sin ninguna esperanza de volver alguna vez a mi hogar y mi escuela; sin ninguna esperanza de volver a ver a mis amigos. No teníamos ni idea de cuánto tiempo permaneceríamos desplazados de nuestra querida ciudad. Pasaron los días hasta que nos acostumbramos a vivir este tormento y esta tragedia”.

Finalmente se construyó una nueva escuela para los niños desplazados, y Helda y su familia iniciaron una nueva vida. Helda recuerda: “Yo estaba triste, pues lo que yo quería era regresar a mi antigua escuela, pero logré hacer nuevos amigos. Hoy, gracias a Dios, hemos regresado a nuestra ciudad y vuelvo a acudir a mi antigua escuela y a ver a mis antiguos amigos”.

La vida en el exilio fue dura, tal vez de forma especial para una niña orgullosa como Helda, que nos cuenta: “Nos sentimos humillados por recibir ayuda humanitaria, pues nunca hubiéramos imaginado que llegaría el día en que nos convirtiéramos en mendigos, en gente oprimida sin poder ni fuerza”.

“Solo teníamos a Dios. Nunca dejamos de creer en su poder y su misericordia para con todos los que sufren en Iraq y en todo el mundo. Siempre que acudíamos a Él en la oración y desde la fe, sentíamos una alegría y una confianza infinitas. Mi familia, mis amigos y mis parientes nunca creímos que Dios estuviera lejos de nosotros. Mirando al pasado, puedo afirmar que Dios siempre ha estado junto a mí. Dios está conmigo dondequiera que yo esté, y yo tengo siempre cerca imágenes de Jesucristo y una Biblia”.

Helda tiene sus propias ideas acerca de su país, y explica: “A veces quiero quedarme en Iraq porque es mi hogar, mi amado país, pero a veces quiero irme, sobre todo cuando veo fotos y vídeos del terrorismo atacando a civiles inocentes. Mi corazón no puede soportar estas escenas horripilantes, pero cuando me siento atemorizada, ruego a Dios que me salve”.

“Francamente, no me siento segura de verdad en relación con mi futuro aquí, en Iraq. Me gustaría emigrar al extranjero con mi familia si tuviéramos que seguir padeciendo la guerra y la persecución.  ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar para sentirnos a salvo? Mi mensaje a Occidente es que hagan todo lo posible a la hora de apoyar a los cristianos en Iraq, pues están a punto de extinguirse. Ayúdennos. Tengan compasión y serán recompensados por Él, que está en los cielos”.

“Queremos estabilidad y paz. Trabajemos y oremos juntos por la paz y el amor, para todos nosotros”.

Helda insiste: “Yo tengo un hermoso sueño para mi vida. Mis aficiones son la pintura, la música y la actuación, pero mi ambición es llegar a ser dentista con la ayuda de Dios, para servir a mi comunidad y a mi país, dondequiera que acabe viviendo”. No obstante, añade: “No sé por dónde empezar porque la situación todavía no está clara. ¿Qué nos depara el futuro? Resulta tan difícil hacer ahora predicciones…”.

Desde 2014 y hasta septiembre de 2017, ACN ha destinado más de 34,5 millones de euros a proyectos en Iraq: 7 millones de ellos se destinaron a gastos de alojamiento y 11 millones a víveres y otras necesidades básicas de los desplazados en Erbil, así como 1,8 millones de euros a la reconstrucción de casas e iglesias en la llanura de Nínive. Con su ayuda, la Fundación pontificia ya ha logrado rehabilitar casi 200 casas (exactamente, 188), y se ha comprometido a renovar otras 404 en Qaraqosh y otras 150 casas en Bartala.

 

 

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