ACN.- Nicaragua sigue convulsionada por la crisis que comenzó hace 14 meses. El país continúa generando titulares como el de la amnistía de casi un centenar de personas a mediados de Junio, que seguían detenidas por las protestas contra el Gobierno el pasado año. También ha sido tema durante la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos en Medellín del 26 al 28 de Junio. La situación en el país centroamericano es crítica, con una gran polarización y mucha confrontación, así lo explica monseñor Rolando José Álvarez Lagos, obispo de Matagalpa, durante su visita a la sede internacional con ACN.
ACN: ¿Cómo está la situación en Nicaragua después de estos más de 14 meses de crisis?
Estamos viviendo una situación sociopolítica y económica crítica. En Nicaragua hay mucha polarización, mucha confrontación. Nosotros como Iglesia estamos llevando al pueblo una palabra de esperanza para asentar las bases y los fundamentos de nuestra propia historia. Tiene que ser esperanza de un mejor futuro, de un país donde las futuras generaciones puedan vivir en paz, con justicia y progreso, en el marco de una democracia institucionalizada y por supuesto con una opción preferencial por los pobres, como dijeron los obispos latinoamericanos en Puebla en la década de los 70.
Durante la dura crisis en 2018 los obispos estuvieron muy presentes en todo el proceso. ¿Está la Iglesia menos implicada ahora que antes?
La Iglesia nicaragüense está directamente comprometida con la historia de su país sintiéndose y sabiéndose ella mismo pueblo, un pueblo caminante y peregrino, un pueblo trabajador, que cree en sí mismo y por supuesto guiado por la mano de Dios. Considero que los nicaragüenses tenemos el potencial para poder construir ese futuro.
Hablando del futuro del país, la crisis ha afectado especialmente a muchos jóvenes que habían intentado dar voz a sus protestas. Sin duda uno de los grupos que más ha sufrido la crisis es la juventud. ¿No le parece?
El Papa Francisco dice que los jóvenes son el ahora de Dios, por eso en Nicaragua la juventud está haciendo historia, está edificando su historia. Por eso toda la sociedad viva, tanto los jóvenes como los adultos, tenemos que gestionar las cosas temporales y conducir nuestros pensamientos y nuestras energías para poder dejar en herencia un país mejor a esas generaciones que vienen.
En algunos medios y en las redes sociales se ha hablado de una cierta desunión en la Iglesia nicaragüense y de diferentes fracciones en la Iglesia. ¿Qué hay de cierto en esta hipótesis?
Con todo el respeto, la veo completa y totalmente ajena a nuestra realidad e incluso anacrónica. Desfasada en el tiempo porque la Iglesia en Nicaragua estuvo fragmentada en los 80, cuando surgió en toda América Latina la famosa ‘iglesia popular’, con la llamada ‘teología de la liberación’, mal planteada en algunos aspectos por ciertos teólogos porque toda auténtica teología es liberadora.
Nuestra Iglesia está más unida que nunca y la manifestación clarísima de eso, es precisamente, el hecho que hemos logrado con la ayuda del divino Espíritu llevar adelante todo un trabajo de profetismo que implica el anuncio de la esperanza, de ojos abiertos que tiene en cuenta la realidad actual que vivimos, gestionando un mejor mañana y la denuncia de todo lo que sea injusto. Si la iglesia en Nicaragua no estuviera unida, este trabajo profético, esta labor, misión profética, jamás se podría llevar a cabo, sería taxativa y categóricamente un imposible. También puedo afirmar que la unidad de la Iglesia, la unidad de la conferencia episcopal de Nicaragua, es en estos momentos la mayor fortaleza que tenemos los obispos en nuestro país.
¿Cuál es el próximo reto que va a tener que afrontar ahora? ¿Cuál es el próximo paso que deben dar como Iglesia?
Los nicaragüenses somos responsables de nuestro presente y tenemos que aprender de los errores del pasado para poder construir un mejor futuro. Esa responsabilidad compartida significa saber y sentir que cada uno es soberano de su historia, de nuestra historia y que podemos y debemos cambiar la historia para bien. En estos más de 190 años, hemos vivido muy fragmentados, divididos y confrontados y eso ha dificultado construir un país sólido y estable. Pienso que es deber de la iglesia, en su misión profética, no dejar de un lado esta tarea y ser factor de cambio en la historia de Nicaragua, un cambio donde todos podamos estar sentados a la mesa, cada uno en su sitio, sin excluir a nadie y compartiendo el pan con dignidad.
Y por supuesto tenemos que seguir proclamando la esperanza en la viabilidad de nuestro país, no podemos perder la esperanza, eso me parece que es vital y un desafío para la iglesia nicaragüense.
Por último, que les diría a los benefactores de ACN de todo el mundo, ¿qué podemos hacer por su país?
Me gusta mucho el nombre de la fundación – Ayuda a la Iglesia Necesitada – porque la Iglesia está necesitada. Está necesitada de oración y de esperanza para seguir profetizando. La Iglesia tiene que seguir haciéndose pueblo, abriendo sus puertas para todos, sin diferencias. Todos somos la viuda pobre, tanto el que tiene mucho económicamente como el que tiene muy poco. El secreto es – como decía santa Teresa de Calcuta – “dar hasta que nos duela”. De tal manera que a los benefactores de ACN les digo: Sigan adelante, sin miedo, como lo han hecho, danto hasta que les duela, dando de lo que tienen para vivir, porque así nos dan vida a los demás.