ACN.- En una entrevista exclusiva con la sede portuguesa de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, Mons. Antonio Juliasse, administrador apostólico de la diócesis de Pemba, relata la situación que está sufriendo su diócesis en la provincia de Cabo Delgado en los últimos siete meses, desde que tomó el relevo de la mano del obispo Mons. Luiz Fernando Lisboa. Mons. Juliasse también habló de la necesidad imperiosa de que la ayuda humanitaria siga llegando a la gente, tuvo palabras de elogio y agradecimiento al trabajo realizado por la fundación ACN en apoyo a la Iglesia de esta diócesis del norte de Mozambique, que sufre ataques armados desde 2017.
¿Cuál es su balance de los siete primeros meses al frente de la diócesis de Pemba?
El balance es favorable porque en los distintos frentes que tiene la diócesis me ha sido posible contribuir. Llegué un mes después del ataque al pueblo de Palma, el cual agravó la sensación de inseguridad en toda la provincia de Cabo Delgado. En ese momento, todos nos estremecimos. Hubo muchas llamadas de los superiores generales [de las congregaciones religiosas] para saber si aconsejaban o no la retirada de sus miembros presentes en la diócesis de Pemba. Creo que pasamos por esto juntos y fue bueno encontrar un camino y que Dios nos acompañara en ese momento para hacer uso de un discernimiento más profundo. También para encontrar esa perspectiva más profunda de nuestra misión y de nuestro compromiso, de nuestra respuesta al martirio, ya que el martirio nadie lo pide, sino que puede suceder en cualquier momento.
‘Podemos estar realmente expuestos al riesgo pero, al mismo tiempo, estamos aquí en misión y estamos aquí por Jesús. Tenemos que continuar aquí’. Me conmovió mucho escuchar esas respuestas de los misioneros y de sus superiores. Ha habido otro frente, más humanitario, el de la llegada de desplazados, en el que no participé directamente en la primera oleada pero sí en la segunda gran llegada de desplazados de Palma y de otras zonas que estaban siendo atacadas.
¿Las recientes victorias militares en la lucha contra los insurgentes permiten pensar en el regreso de los sacerdotes y las monjas a sus misiones de origen?
No, por el momento. No sé si es cierto que todas las zonas están liberadas, necesitamos pruebas. Una cosa es que el presidente hable, puede que hable para animar al país y eso está muy bien, puede que hable para crear una cierta sensación de esperanza para el país, lo que también tiene su sentido, pero en la práctica, sobre el terreno, aún queda mucho por hacer.
¿Cómo está entonces la situación de seguridad en la zona?
Recientemente, un sacerdote misionero, el padre Fonseca, estuvo en Mocímboa da Praia y en Palma. En ambos lugares, la cuestión de la seguridad sigue siendo precaria. Hay un avance por parte de una fuerza conjunta de los soldados ruandeses acompañados por la fuerza de defensa y seguridad mozambiqueña, que han penetrado en zonas que estaban dominadas por los insurgentes. Pero todavía no hay garantía de seguridad, de que esas zonas sean realmente seguras. Ni siquiera nosotros, como Iglesia, vamos a aconsejarles [todavía] que vuelvan. Creo que aún necesitamos [tiempo]. En la medida en que el pueblo regrese, también se cotejará la posibilidad de que los misioneros vuelvan allí. Pero, para nosotros, el termómetro será ver que realmente hay seguridad sobre el terreno. No podemos exponer a las personas que ya han salido del sufrimiento y están traumatizadas a volver a situaciones de drama, de conflicto, a ser maltratadas como ha ocurrido. Requerirá un poco más de tiempo.
¿Cómo es el apoyo psicosocial que ofrece la Iglesia?
La Iglesia está muy implicada en esta labor de apoyo psicosocial. Tenemos equipos entrenados que van a todos los lugares donde están los desplazados. Entendemos que no siempre es fácil porque el apoyo psicosocial requiere un poco más de dedicación de lo que llamamos «caminar juntos» y hay mucha gente. No tenemos la capacidad material de estar con todos al mismo tiempo. Pero donde vamos, averiguamos quién lo necesita más y ayudamos de una manera específica. Al mismo tiempo, el apoyo psicosocial trabaja el fortalecimiento de las redes familiares, de las redes comunitarias que existen, para que estas redes puedan funcionar también como un mecanismo de curación para sus miembros.
¿Se sabe quiénes fueron los autores de la destrucción de iglesias, especialmente en Mocímboa da Praia? ¿Eran terroristas o mercenarios sudafricanos?
La destrucción, ¿vino de los bombardeos de los helicópteros de la DAG (Dyck Advisory Group), empresa militar privada sudafricana que ayuda a las Fuerzas de Defensa y Seguridad en la lucha contra la insurgencia en Cabo Delgado desde abril de 2020, o vino de los que estaban allí, ocupando la zona? Tanto en Muidumbe como en Mocímboa da Praia la pregunta es la misma: ¿quién lo destruyó?
Si estuviéramos seguros de que la destrucción fue hecha por los insurgentes, nuestros sentimientos serían uno. Pero como no lo sabemos, nuestros sentimientos son diferentes. Queda esa duda sin resolver. En el pueblo de Palma, cuando entraron [los insurgentes] la iglesia estaba intacta. No tocaron la iglesia, no entraron, incluyendo la casa de los sacerdotes. Los insurgentes no tocaron nada, había gente allí que lo presenció. Tenemos la duda [de] quién está vandalizando las cosas, incluyendo las de la Iglesia católica.
La destrucción no es tan reciente, pero las imágenes sí lo son. Hay que tener cuidado. Por ejemplo, la destrucción de la misión de Muidumbe no es reciente. Fue hace bastante tiempo, cuando D. Luiz estuvo aquí. Tampoco de Mocímboa da Praia tenía nadie una foto. No podemos decir si el periodo de destrucción es reciente o si ocurrió en la época en que los helicópteros del grupo mercenario sudafricano estaban [operando] y apoyando a las fuerzas de defensa y seguridad mozambiqueñas. Es posible que todo ocurriera en ese momento; sabiendo que [los insurgentes] podían estar refugiándose dentro, [causaron] la destrucción. Pero también es posible que los insurgentes, estando en Mocímboa da Praia, fueran a destruir el templo porque no les importaba… Esta es la duda que queda y no se ha resuelto. Tenemos imágenes, pero estas imágenes, por sí solas, no hablan ni dicen en qué periodo ocurrió esto y cómo ocurrió. Todavía tenemos que encontrar una respuesta.
¿Cuáles son las necesidades más urgentes en la diócesis de Pemba?
Cuando caminamos por los campos de reasentamiento, vemos todo tipo de personas, niños, adolescentes, adultos, ancianos… cada uno tiene una historia que contar y una historia difícil porque es una historia de sufrimiento. Cada uno quiere que se le escuche y transmitir sus preocupaciones, estas empiezan por las necesidades básicas. Hay muchas cosas que son urgentes. No estoy dando prioridad a unas emergencias sobre otras, pero la alimentación y la salud siguen siendo una urgencia para este gran número de desplazados. Ha habido escasez de medicamentos en todas partes. Hace poco, el padre Fonseca pudo ir a Palma y me explicó que hay muchas personas con problemas de salud.
Visité un campo de reasentamiento en el distrito de Palama y vi que había muchas familias tumbadas a la sombra de sus casas. Fui a visitarlas y estaban enfermas. Yo les preguntaba si habían ido al puesto de salud y si estaban tomando su medicación y todos decían que habían ido pero que no tenían ninguna medicación allí. Esta parte de la asistencia es también una urgencia, porque de otra manera, pueden producirse ciertos brotes en los campos de reasentamiento, y tendremos un problema muy serio.
También es urgente que se pongan a disposición de estas personas las vacunas para COVID-19, porque son muy numerosas y, cuando hay distribuciones en los campos de reasentamiento, se agolpan de forma natural para poder escuchar su nombre y recibir la ayuda.
En cuanto a la comida, la gente come y al día siguiente necesita comer y así sucesivamente. No es algo que se ofrezca una sola vez, tiene que ser [permanente] hasta que las familias ganen la autonomía de [su propia] producción. Las siembras comenzarán pronto, con las lluvias, especialmente para el maíz, la yuca y otros productos de mayor consumo. Hay que garantizar que las familias tengan los medios y eso significa tener un azadón, hachas, todo lo necesario para trabajar en el campo, pero al mismo tiempo hay que verificar si tienen espacios de tierra para producir.
¿Y a nivel espiritual?
Otra prioridad que vemos como Iglesia es la asistencia espiritual. La asistencia psicosocial está en marcha, pero ahora tenemos que entrar también en la asistencia espiritual. Se trata de una prioridad a nivel de Iglesia, con una pastoral de integración de los desplazados en la vida cristiana y religiosa en los lugares donde se encuentran. Existen tensiones entre las poblaciones locales y los que han acogido a los desplazados. Este es también uno de los aspectos a los que la Iglesia quiere contribuir, a partir de los liderazgos cristianos, influyendo en los líderes locales hacia una buena convivencia entre los desplazados y los que ya estaban en el terreno.
¿Qué les diría a los benefactores de ACN?
ACN es muy importante para nosotros, ha sido una compañera, una mano amiga muy cercana, que siempre ha caminado con la Iglesia en Mozambique y que en este momento concreto sigue caminando con la Iglesia en Mozambique, desde diversas partes del mundo. Tenemos una mano amiga que siempre está presente y desde que estoy aquí en Cabo Delgado he sentido que el interés que ACN ha tenido ha sido muy especial.
En nombre de la diócesis de Pemba y del pueblo de Cabo Delgado, quiero agradecer toda la ayuda financiera que hemos recibido, también con orientaciones específicas, y toda la ayuda que hemos recibido a través de lo que no se ve, la oración.
Quiero agradecer a todos nuestros hermanos en la fe, a todas las personas de buena voluntad, a todas las personas que miran a Cabo Delgado a través de la fundación ACN y colaboran para aliviar el sufrimiento de este pueblo. Se lo agradezco profundamente y se lo seguiremos agradeciendo porque estoy en el lugar y sentimos lo que esto significa: no estamos solos.
Alguien me preguntó el otro día si [me] siento abandonado, si siento que Cabo Delgado está muy alejado del mundo. Le dije que puede estar alejado geográficamente de los países que nos apoyan, pero nos sentimos muy cerca porque están presentes con lo que comparten con este pueblo aquí. Queremos seguir sintiendo esta cercanía porque el problema sigue siendo grande aquí en Cabo Delgado, con muchas caras de sufrimiento.