Prólogo de la Hna. Gloria Narváez en el Informe de Libertad Religiosa en el mundo 2023

ACN.- «El 7 de febrero de 2017 me secuestraron en Karangasso, al sur de Mali, por quienes más tarde supimos que formaban un grupo yihadista. Cuatro años y ocho meses después, el 9 de octubre de 2021, me pusieron en libertad. Sin duda, ha sido una de las experiencias que más han transformado mi vida espiritualmente. Hoy, mirando hacia atrás, creo que, aunque suene paradójico, posiblemente haya sido una de las mayores bendiciones que Dios me ha dado.

Empecé a trabajar en este país africano en 2010. Como religiosa en una región mayoritariamente musulmana, me acerqué sobre todo a las mujeres. Y quiero llamar la  atención especialmente sobre este hecho (trabajar en una  región de mayoría musulmana) porque el carisma de san  Francisco de Asís de mi comunidad religiosa, las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, hace especial hincapié en la fraternidad como don de Dios.

Es precisamente este carácter fraternal lo que ha hecho que la gente de Mali nos tenga tanto cariño a los misioneros. Los musulmanes de la comunidad en la que servíamos nos admiraban por dos cosas: la oración constante y la abierta fraternidad. Siempre nos veían unidos y rezando, trabajando por los demás, con amabilidad, a pesar de las incomodidades o de las condiciones precarias, con una sonrisa y una vecindad permanentes. Las diferencias de etnia, clase o religión no implicaban ninguna diferencia para nosotras; tratábamos a todo el mundo con amor.

Calla, para que Dios te defienda": entrevista con la Hna. Gloria Narváez |  ACN México

Las familias, por su parte, nos acogían en sus casas y compartían su comida con nosotras; por ejemplo, al final del Ramadán (en el islam, es un mes de ayuno que termina con una gran fiesta), nos invitaban a sus casas a celebrar[1]lo, y siempre nos trataban con gran amabilidad. No había puertas cerradas ni muros. Al mismo tiempo, esto nos brindaba la oportunidad de evangelizar a nuestra manera, pues les decíamos que nuestro trabajo y nuestra relación fraternal con diferentes personas no era obra de tal o cual hermana, sino que todo se hacía gracias a Dios, que es quien da todas las bendiciones.

Pero a mis secuestradores no les importaba nada de eso. En esta situación, la fraternidad que hasta entonces había sido una constante en mi trabajo misionero se desvaneció.

La libertad —no solo la física, que me permitía moverme sin restricciones— se convirtió solo en una palabra, en un inmenso anhelo. Con el paso del tiempo —y tal vez por lo que había vivido anteriormente, en continuo contacto, cariñoso, respetuoso y amable con personas de toda confesión religiosa y de toda condición—, me di cuenta de que no solo había perdido mi propia libertad, sino también mi libertad religiosa: me señalaron, me golpearon y me insultaron por profesar mi fe católica, o al menos por intentarlo.

Sin embargo, a pesar de circunstancias tan adversas, del mal tiempo, del maltrato diario, de las humillaciones, de la privación de comida y agua, nunca —ni una sola vez— dejé de dar gracias a Dios por haberme permitido despertar y estar viva en medio de tantas dificultades y peligros: ¿cómo no alabarte, bendecirte y darte gracias, Dios mío? ¡Porque me has llenado de paz frente a los insultos y los malos tratos!

También recé —y sigo rezando— por mis captores. Incluso cuando me golpeaban sin motivo o simplemente porque rezaba mis oraciones, me decía a mí misma: «Dios mío, es duro estar encadenada y que me peguen, pero vivo este momento tal y como me lo presentas… Y, a pesar de todo, no quisiera que ninguno de estos hombres (mis captores) sufriera daño alguno».

En mi trabajo como misionera, he hecho todo lo posible por respetar a los demás, y esto ha sido esencial para realizar mi labor. Si amamos, aceptamos y somos respetuosos. Si respetamos la libertad de los demás de vivir según su religión, entonces podremos recibir el mismo respeto.

Hna. Narváez: la oración del mundo entero logró mi liberación - Vatican News

Ahora que se me ha brindado la oportunidad de escribir el  Prólogo de la edición 2023 del Informe Libertad religiosa en el mundo, soy consciente de la importancia de hablar de este derecho fundamental, la libertad religiosa, para garantizar su protección, especialmente en una sociedad polarizada en la que se intentan esconder bajo la alfombra las vulneraciones cometidas contra la libertad de profesar creencias religiosas.

De mi trabajo de misión en un entorno musulmán y compartiendo buena parte de mi cautiverio con dos mujeres, una musulmana y otra protestante, he aprendido que si nos amamos, aceptamos y respetamos unos a otros podemos vivir como hermanos y hermanas, y que la aceptación no significa renunciar a las propias creencias, pues el verdadero respeto consiste en escuchar, acoger y agradecer a cada uno por ser quien es.

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