ACN.- Rania y Ranin son dos mellizos inseparables de Irak a quienes les encanta ir al colegio. Pero al cumplir diez años, alguien les quitó la oportunidad de seguir asistiendo a su escuela. Fue ISIS quien invadió su pueblo en la Llanura de Nínive y los obligó a huir con su madre Thirka. Ella vestía de negro, en señal de luto por su marido, un policía en Qaraqosh que murió por la explosión de una bomba. “Estaba comenzando a hacer frente a la vida sin mi marido —dice Thirka— pero al ser obligados a abandonar nuestras casas se nos hizo difícil la vida”. Era octubre de 2014.
Thirka junto con Rania y Ranin huyó desesperada a Ankawa, un barrio periférico de Erbil, la capital kurda. Allí compartían con otras familias una tienda de campaña en los terrenos de la comunidad caldea de St. Joseph. Pero a la madre, algo le preocupaba: “Ha comenzado el curso y los mellizos, y mi hermano Habib, que es un año mayor, se están perdiendo las clases. Es un desastre que los niños no puedan ir a la escuela. Si queremos tener alguna esperanza en el futuro, la escuela es una absoluta necesidad”.
Esta misma inquietud la compartían 12.000 familias iraquíes más que también habían tenido que huir de su tierra. Sus hijos ya no despertaban con la ilusión de ir a aprender a la escuela.
Dos meses después de este exilio al que fueron sometidos los cristianos de Irak por la persecución de ISIS, Ayuda a la Iglesia que Sufre sería una vez más, instrumento de Dios para seguir llevando esperanza en medio del dolor.
En diciembre de 2014 se inauguró en Erbil-Ankawa, el primer colegio para niños cristianos refugiados.Ante la buena noticia la madre de Rania y Ranin se muestra entusiasmada: “Muchas gracias por su amable ayuda”.
Pero esta fue solo la primera de 8 escuelas que financió ACN para la escolarización de unos 7.200 niñoscristianos en Irak. Maryamana School, Mar Elya School, Al- Beeshara School, Sacred Heart School y St. Elia fueron algunos de esos colegios construidos en el Kurdistán iraquí y en la provincia de Dohuk.
Fue la generosidad y misericordia de miles de benefactores de Ayuda a la Iglesia que Sufre en todo el mundo lo que hizo posible que estas escuelas se edificaran y funcionaran no solo como colegios sino también como centro de catequesis y para otras actividades escolares.
“Las escuelas dan a padres e hijos una nueva esperanza. Son un argumento más para quedarse en el país que aman.” El Director del departamento de Medio Oriente de la Fundación Pontificia, Andrzej Halemba, así se refería a este proyecto escolar.
Actualmente Rania y Ranin tienen 13 años. Han transcurrido 3 desde que huyeron de la Llanura de Nínive y encontraron techo y escuela en el Kurdistán. Los mellizos y su madre Thirka están agradecidos y ahora solo desean volver a su pueblo y retomar allí las clases, en su antiguo colegio.
Ayuda a la Iglesia que Sufre les sigue acompañando. Y para que este sueño también sea posible, la Fundación Pontificia ha lanzado la Campaña “Ayúdales a volver”, para reconstruir sus casas, sus iglesias, su vida.