En memoria de Cristina, la niña que no tuvo miedo

 

ACN.– Este día se conmemoran seis años del atentado en  Irak, en donde perdió la vida Cristina, una niña valiente que inspiró el movimiento de «Nazarenos», coordinado por Luis Montes, sacerdote-misionero de ese lugar. En homenaje a la vida de Cristina queremos narrar su historia.

Hace algunos años Cristina y su mamá fueron a misa como solían hacerlo. Al entrar a la Iglesia, Cristina desapareció entre la multitud. Su madre desesperada, sabiendo la situación que en esos momentos se vivía, pensó lo peor. Cuando de pronto, se encuentra a su hija Cristina orando, de una manera tan profunda, que ni siquiera reaccionó cuando la madre le gritó desesperadamente “¿Cristina qué estás haciendo?”.

Su madre le reclamó su momentánea desaparición, y Cristina lo único que hizo fue sonreír y tomarle la mano a su madre.

Unos minutos más tarde, unos yihadistas entraron a la iglesia con armas, amedrentando y amenazando a todos. Indicaron a los cristianos que hicieran una fila en medio de la Iglesia.

Cristina iba junto con su madre en esa fila, tomada de la mano, cuando de pronto Cristina mira a su madre y le dice: “no tengas miedo”. Parecía que ella sabía lo que iba a suceder desde el momento que estuvo en oración. Los yihadistas comenzaron a disparar.

Cristina fue de las primeras en caer muerta, le siguió la señora que estaba delante de su madre, quien al caer muerta, cae encima de la mamá de Cristina y la salva de la muerte.

La madre de Cristina que estaba embarazada, tuvo que pretender estar muerta  y pasar alrededor de 4 horas debajo de los cuerpos, incluido el de su hija Cristina ensangrentada, protegiéndose de los yihadistas, además del gas que se había escapado del aire acondicionado y que era un veneno insoportable. Finalmente la madre de Cristina sobrevivió.

En el entierro de Cristina, en la procesión, de repente todas las mujeres comenzaron a hacer un grito tradicional que se hace en bautismos, bodas y ordenaciones, qué significa alegría. Las mujeres entendieron bien que la niña ya había triunfado; ya estaba en la presencia de Dios.

Después del entierro la madre pasó meses, más de un año, llorando el dolor de la ausencia de su hija Cristina. Le era imposible entrar a cualquier Iglesia por lo mismo que había sucedido; su semblante era de tristeza profunda.

Sin embargo, un buen día se le vio con un rostro distinto, de alegría. Al preguntarle porqué, la madre de Cristina respondió: “Ayer tuve un sueño. No sé si fue una aparición, sueño o mi imaginación. Pero se me apareció Jesús y me preguntó: ….mujer por qué lloras… y en medio de su corazón estaba mi hija Cristina sonriendo…”. Desde entonces le sobrevino una gran paz.

Los testimonios en Irak nos sirven en Occidente para dar gracias a Dios, para orar y acercarnos más a él.

El testimonio de fe de las familias cristianas refugiadas a quienes sirven, los fortalece y reconforta. Saben que no son dignos de presenciar esos testimonios fuertes de fe.

Cuando sufre un miembro del Cuerpo de Cristo sufrimos todos. ¿Qué hacer? No ignorar el sufrimiento en Medio Oriente, orar por ellos y por los misioneros y misioneras que les sirven, difundir la situación que están viviendo, y generar puentes de caridad y apoyo económico a estas familias, ayudando a la Iglesia Necesitada.

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