ACN.- Con sus casi 134 millones de habitantes, México es el segundo país católico del mundo después de Brasil. Sin embargo, el número de católicos está disminuyendo: aunque casi el 96% de la población sea cristiano, sólo el 72% sigue profesando la fe católica. Se están extendiendo las sectas, las Iglesias pentecostales y las prácticas ocultistas. Por desgracia, México es también un país donde los sacerdotes son reiteradamente víctimas de asesinatos, secuestros y otros actos de violencia. Hace falta mucho valor para ser allí sacerdote, pero, no obstante, sigue habiendo jóvenes que siguen la llamada de Dios.
En el seminario mayor de la diócesis de Cancún-Chetumal, en el estado de Quintana Roo, en la península de Yucatán, hay actualmente 27 jóvenes que han emprendido el camino hacia el sacerdocio. La diócesis es enorme -abarca casi 27.500 km²- y hay más de 9.000 fieles por cada sacerdote, por lo que se necesitan urgentemente más. La mayoría de los habitantes son indígenas, entre los cuales reina una gran pobreza, y hay lugares donde aún no se ha anunciado el Evangelio. En comparación con el resto del país, la proporción de católicos -un 65%- es baja.
Uno de los jóvenes que quiere ser sacerdote es Erik Rodrigo, cuya familia no es religiosa. Sólo su hermano iba a la iglesia, y a través de él, el chico se unió a un grupo de jóvenes católicos misioneros. Erik nos cuenta: «Allí conocí a un seminarista llamado Alejandro que me invitó a participar en encuentros vocacionales, a los que asistía encantado. Todavía recuerdo muy bien que, cuando regresaba a casa, le decía a mi madre muy emocionado que quería ingresar en el seminario, y que su respuesta era: “Estás loco”». No obstante, Erik no se amilanó y siguió participando activamente en la vida de Iglesia. Al principio cursó otra carrera y la terminó, pero, pese a encontrar un buen trabajo en una agencia gubernamental, siguió percibiendo la llamada de Dios. En 2018 ingresó en el seminario mayor.
Su compañero Juan Diego, de 21 años, habla así de su camino: «Mi vocación comenzó cuando tenía 15 años. Entonces pertenecía a un grupo apostólico de misioneros laicos que evangelizábamos en regiones desatendidas pastoralmente en el sur de nuestro estado de Quintana Roo. Esas misiones me ayudaron a darme cuenta de la necesidad que tienen esas comunidades de Dios y de un pastor que las escuche y las guíe. Entendí que por eso existe esa llamada de Dios que inunda tu corazón de incertidumbre y paz al mismo tiempo. Sin embargo, dudé en escuchar esa llamada hasta que cumplí 18 años, cuando, por la gracia de Dios, conocí a un seminarista que me ayudó en mi proceso vocacional. Aprendí más sobre mí mismo, sobre Dios y sobre su Pueblo, y finalmente tomé la decisión de escuchar esa inquietud interior que Dios había sembrado en mi corazón.
No fue un camino fácil, y viví momentos muy difíciles en el seminario, pero con la ayuda de la oración y con la ayuda de Dios continué por este camino. No obstante, así como hubo momentos difíciles, también hubo momentos muy felices. He encontrado a Dios en cada uno de mis hermanos, en las personas que he conocido, en mi familia y mis amigos, y, especialmente, en personas como ustedes. Es gracias a personas como ustedes que se puede mantener el seminario mayor de Cancún y que mis hermanos y yo recibimos la mejor formación posible. Si Dios me concede el don del sacerdocio, mi compromiso siempre será aliviar las necesidades del Pueblo de Dios, al igual que hacen ustedes».
También este año queremos volver a apoyar la formación de los 27 seminaristas del seminario mayor de la diócesis de Cancún-Chetumal. Nos ayudas, visita: Quiero Donar – ACN México (acn-mexico.org)
Referencia: 230-02-79