ACN.- “Si alguien ha dado su vida por algo, vale la pena preguntarse por qué”. Así de rotundo explica el sacerdote franciscano Tomás Ciaran O´Nuanain -misionero irlandés en El Salvador- el significado de la obra de investigación en la que trabaja la Oficina de Mártires Laicos de éste país para dignificar a los testigos de la fe que fueron asesinados en la sangrienta guerra civil salvadoreña. Una herramienta muy útil que la Iglesia podrá utilizar para el estudio del reconocimiento de las víctimas como mártires.
La nación más pequeña de Latinoamérica cuenta con una larga lista de mártires encabezada por el beato Mons. Óscar Arnulfo Romero, asesinado en 1980 mientras celebraba misa, y quien acaba de ser nombrado uno de los patrones de la Jornada Mundial de la Juventud 2019 en Panamá. Y es que su testimonio de justicia ha dejado huella en la historia, como recordó el Papa Francisco con motivo de su beatificación hace ahora dos años, el 23 de mayo de 2015: “Mons. Romero se ocupó de los más pobres y marginados y supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia”.
No les tocó vivir un periodo fácil. La Guerra Civil de El Salvador así como los anteriores y posteriores conflictos armados entre el ejército del Gobierno y grupos paramilitares en lucha contra fuerzas insurgentes y la guerrilla de 1980 a 1992 han sido uno de los episodios más sangrientos de Centroamérica. Era una época llena de injusticias sociales, había represión en el campo, estaban prohibidos los sindicatos y “apoyar a los campesinos era peligroso”, recuerda el Padre Tomás Ciaran O´Nuanain en una entrevista concedida a la fundación pontificia ‘Ayuda a la Iglesia Necesitada’ (ACN).
Según el misionero irlandés “el clero estaba completamente dividido, algo muy triste porque muchos habían politizado el Evangelio”. “Una fuerte minoría apoyaba a Mons. Romero y su lucha a favor de los derechos de los campesinos, otra fuerte minoría estaba en contra de todo esto, y los demás no tenía una posición clara. Pero todos los que luchábamos por la dignidad de los más necesitados estábamos amenazados y perseguidos. Yo sólo quería que no me torturaran antes de morir”, asegura el padre Tomás, quien es el coordinador del ya citado trabajo de investigación titulado ‘Testigos del Evangelio’. Un proyecto que de momento cuenta con cinco libros publicados y prevé continuar con 9 más. Siendo un total de 14 publicaciones, una por cada departamento de éste país. “Queremos dignificar y honrar a los mártires con la memoria”, añade con fuerza el franciscano de 73 años recordando a los cristianos que han luchado por la justicia y testimoniado su fe en diferentes momentos de la historia.
El trabajo de investigación de la Oficina de Mártires Laicos consiste en recopilar información a través de entrevistas o archivos sobre cada uno de los mártires laicos, conocer su historia y escribirla para que no caiga en el olvido. Ya cuentan con más de 800 testimonios de familiares o amigos de las personas asesinadas, como fue el del caso de Noé Arsenio Portillo López, catequista de 22 años quien fue secuestrado mientras salía de misa con su madre y torturado durante tres días, “le fueron cortando poco a poco diferentes partes del cuerpo hasta que al final lo decapitaron”, se lee en uno de los capítulos de ‘Testigos del Evangelio’.
Mons. Jose Luis Escobar, arzobispo de San Salvador y presidente de la Conferencia Episcopal, en su Carta Pastoral “Ustedes también darán testimonio, porque han estado conmigo desde el principio”, agradece la dedicación del equipo coordinado por Padre Tomás O’Nuanain así como su servicio a la Iglesia. Además, reconoce que ha sido él el primero en investigar en profundidad los casos de los mártires laicos.
Una iniciativa sobre la recuperación de la memoria financiada en parte por la organización internacional ACN con 20.000 euros hasta el momento. Marco Mencaglia, encargado de los proyectos de ACN en El Salvador detalla que ésta fundación pontificia “ayuda a recuperar la memoria de los mártires fuera de cualquier lógica de resentimiento, a fin de promover una verdadera paz. Queremos estar al lado de la Iglesia de El Salvador, mostrando que el testimonio de fe sencillo y silencioso de estos millares de fieles sigue siendo mucho más fuerte e impactante que la terrible violencia que ellos sufrieron”.
Pastor con olor a campesino
El Padre Tomás vive en El Salvador desde hace 40 años. Asegura con una sonrisa que la gente de aquí es “como una enfermedad, una vez que te pillan no te sueltan, son tan buenos y alegres que es imposible dejarles”. Explica que durante diez años estuvo recorriendo más de 13 aldeas cada mes por lugares realmente de difícil acceso y peligrosos, para dar atención pastoral. “Yo tengo olor a campesino, no tanto a oveja como pide el Papa sino olor a campesino”.