ACN.- Entrevistamos a Mons. Raphaël Dabiré, Presidente de la Comisión Episcopal para el Clero y obispo de Diébougou, en el suroeste de Burkina Faso. Este país que hace frontera con Níger y Mali está sometido, al igual que sus vecinos, a las presiones que los grupos yihadistas ejercen sobre la población del Sahel. Sin embargo, Burkina Faso es un oasis de tolerancia entre los diferentes grupos religiosos. Allí, los cristianos representan al 23,9% de la población; los musulmanes, al 54,2%, y los animistas, al 21,3%.
¿Cómo son las relaciones entre los grupos religiosos en Burkina Faso?
Nuestro país goza de una tradición de tolerancia a la que damos continuidad lo mejor que podemos. A mí me invitan con regularidad a las celebraciones religiosas de otras comunidades. Así, por ejemplo, en la última fiesta del Ramadán, fui a un lugar de oración musulmán por invitación de los musulmanes. No asisto al sacrificio del cordero, pero me alegro con ellos y les deseo una feliz fiesta. Del mismo modo, a los imanes y los jefes tradicionales se los invita a la Misa en las fiestas más importantes, y estos asisten a parte de la celebración, normalmente, hasta el inicio del sermón. Estos son actos de presencia simbólicos acompañados de pequeñas atenciones que contribuyen a la fraternidad entre nosotros. Por dar un ejemplo: cuando fallece un sacerdote, los imanes nunca se olvidan de darme el pésame.
¿Cómo se explica usted esta buena relación entre los diferentes grupos religiosos, al tiempo que los conflictos étnicos y religiosos sacuden a la región del Sahel?
Nuestro país goza de una sólida tradición de tolerancia y de buen entendimiento entre las comunidades religiosas, y prácticamente en el seno de todas las familias hay musulmanes, cristianos y animistas.
Esta proximidad nos permite acercarnos a la religión del otro sin tabúes e incluso con humor. Creo que en mi país la buena relación entre los grupos religiosos se debe en gran medida a lo que se denomina ‘bromas de parentela’. Con ello quiero decir que podemos hacer bromas acerca de la religión ajena, a condición de aceptar que los otros hagan lo mismo con la nuestra.
¿Significa esto que en Burkina Faso no hay ningún problema en la relación entre los diferentes grupos religiosos?
Por desgracia, no. La capital de nuestro país fue golpeada en marzo pasado por los terroristas, que mataron a unas treinta personas. Además, las fuerzas del orden son atacadas con regularidad por grupos yihadistas, que utilizan minas antipersonas y que tienden emboscadas. Evidentemente, la infamia y la violencia de estos actos violentos nos afectan mucho.
Pero estos ataques parecen organizados desde fuera del país, por grupos procedentes de Níger o Mali. ¿Acaso sus compatriotas no se sienten tentados por el yihadismo?
No sabemos todos los detalles. Sin duda, hay casos aislados de nativos que participan en esas acciones, pero, en general, nuestra sociedad se resiste ante aquellos que quieren dividirla.
Hace tres semanas, un grupo de individuos destruyó la estatua de la Virgen de una iglesia, además de otras cuatro imágenes. Dejaron un mensaje enigmático que sugería que los cristianos no debían adorar estatuas. Durante la Misa de Reparación, pedí a mis feligreses que no sacaran conclusiones precipitadas, y que dejaran que la Justicia hiciera su trabajo. Esta profanación ha sido afortunadamente un acto aislado, y espero que siga siéndolo.
Burkina Faso es considerado uno de los países más pobres del mundo. ¿Cree que esto está cambiando?
Tengo la sensación de que la situación económica está estancada y me temo que, una vez más, los actos terroristas sean aquí un factor de gran peso, pues desaniman a los inversores que se interesan por nuestro país. Otra importante cuestión muy preocupante es el desempleo entre los jóvenes.
Esta mala coyuntura económica amenaza la estabilidad de todo el país. La oposición al actual presidente Kaboré, que es católico y fue elegido en 2015, aprovecha esta inestabilidad para cuestionar al Gobierno. No obstante, hay que precisar que detrás de este malestar político no se esconde ningún conflicto religioso y que también hay cristianos en la oposición.
¿Cómo evoluciona la Iglesia?
Contamos con una comunidad ferviente que llena las iglesias de sábado a domingo por la tarde, y tenemos una liturgia llena de vida. Además, no faltan vocaciones sacerdotales ni tampoco las solicitudes de bautizos. No obstante, debemos permanecer atentos y acompañar este fervor. Para ello necesitamos más catequistas y más medios también para los seminaristas.
Este es un trabajo indispensable sin el cual la fe se vuelve frágil. Así, por ejemplo, en los poblados vemos a cristianos recurrir al paganismo cuando se enfrentan a una dificultad. Este es un reto que hay que afrontar con la formación.
¿Qué mensaje le gustaría transmitir a los benefactores de ACN?
El de una inmensa gratitud. Gracias al apoyo de vuestra Fundación, precisamente estamos abordando la gran necesidad de educación entre los jóvenes cristianos. Además, este apoyo nos permite construir infraestructuras indispensables como seminarios, oficinas parroquiales o espacios para la catequesis. Además, también nos han ayudado a adquirir medios de locomoción como bicicletas, motocicletas o coches, que son indispensables en muchas parroquias muy extensas, donde resulta crucial garantizar el desplazamiento de sacerdotes y catequistas.
Gracias a la generosidad de sus benefactores en 2017 la Fundación Pontificia ACN apoyó más de 60 proyectos en Burkina Faso por un total de casi 750.000 Euros.